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sábado, 17 de octubre de 2015

Misterios de Montserrat - Hitler

Hitler perteneció a una gran logia de ocultistas y que tuvo una relación muy cercana con Erik Hanussen, famoso astrólogo y vidente. La dependencia de Hitler se volvió tan grande que, aunque varios de sus colegas descubrieron que Hanussen había contraído matrimonio con una judía en la primera guerra mundial, lo hospedó en su propia casa hasta su muerte, en 1933. Entre las obsesiones de Hitler se encontraban la lanza de Longinos y el Cáliz Sagrado o Santo Grial. Según se afirma, Hitler encontró el lugar donde se hallaba el Grial. Este sitio tan esquivo era “El monasterio de Monserrat”, donde junto a sus principales asesores se embarco hacia su sueño más deseado. El Monasterio de Montserrat cuenta con innumerables cuevas asentadas sobre un lago subterráneo. Cuenta el relato de un monje catalán del siglo XVIII (conocido como el padre Gerard Joana) como penetró por los pasadizos secretos del monasterio encontrando un gran torrente de un lago interno que no lo dejo seguir en su camino. Esto incentivo aun mas a Hitler, que convocó a Karl Willigut, que poseía la facultad de rememorar hechos del pasado, para saber la ubicación exacta del cáliz. En 1940, Willgut junto al jefe de las SS Himmler, se dirigió hacia Catalunya en busca de nuevas respuestas. Ya en Montserrat, Himmler llevaba consigo una guía singular, llamada “La Corte de Lucifer”, libro que el jefe de las SS ordenó distribuir entre los altos oficiales del alto mando. En base a este libro se sabe que Himmler no solamente buscaba la presencia del Grial en Montserrat, sino que también quería descubrir el secreto de la llamada montaña mágica. El fundador de las temibles SS, conocidas también como la “Orden Negra“, creía que en el cenobio benedictino de este recinto podría encontrar las claves para hacerse con el Grial, uno de los objetos que los nazis buscaron con más ahínco. Y es que Adolf Hitler estaba persuadido de que el Santo Cáliz le permitiría acceder a un poder que le garantizase el dominio del mundo.
De hecho, pese al evidente fracaso de Himmler para hacerse con el Santo Cáliz durante la II Guerra Mundial, la obsesión nazi por Montserrat no se esfumó. Sabemos, por ejemplo, que en enero de 1942, mientras hojeaba un libro ilustrado sobre España, Hitler exclamó: “¡Montserrat! La mera palabra hace que reviva la leyenda. Tiene su origen en el encuentro hostil entre los moros y los elementos romano-germánicos. Un país encantador. Uno bien se puede imaginar allí el castillo del Santo Grial“. Imaginación fue, de hecho, cuanto los nazis se llevaron de su visita a la montaña catalana en 1940, El paseo de Himmler por Montserrat se presentó más problemático de lo esperado. Ni el padre Marcet ni el padre Escarré, quisieron recibir a Himmler, ya que en esa época se le atribuía un declarado odio hacia los católicos alemanes. Y, por este motivo, los recibió el padre Ripoll. Después de una simple visita por la basílica decidieron que al día siguiente ingresarían en las catacumbas. Pero esta visita fue cancelada, cuando el portafolio que contenía los planos de los pasadizos desapareció misteriosamente. Muchos años después, miles de personas visitan año a año el Monasterio en busca de respuestas, pues la montaña de Montserrat sigue albergando uno de los misterios más grandes de la Humanidad. Poco pudo responder aquel religioso a los ocultos intereses de Himmler. Pero, cuando se ofreció cortésmente a enseñarle el monasterio, el general Karl Wolf, uno de los integrantes del séquito de Himmler, lo detuvo en seco de un empellón: “Perdone ?le dijo- A su excelencia no le interesa el monasterio, sino la Naturaleza“. ¿A qué fue exactamente Himmler a Montserrat?
Aparentemente, hubo una lucha de poderes ocultos en el transcurso de la II Guerra Mundial. No sólo se combatió en los campos de batalla, en una confrontación como hasta entonces no se había contemplado. También hubo una guerra subterránea en la que los bandos enfrentados trataron de volcar a su favor las fuerzas del poder oculto, que escapan a los planteamientos puramente racionales. Para los iniciados, el reiterado gesto del primer ministro británico de marcar con sus dedos una supuesta “V” de victoria era mucho más que eso: se trataba de un signo con el que hacer frente a los poderes invocados por el enemigo. Se afirma que Winston Churchill llegó a reunir al poderoso círculo de magos de Coventry para contrarrestar los movimientos que los nazis realizaban en el campo de la lucha de los poderes ocultos. De hecho, muchos de los más cualificados dirigentes nazis fueron gente iniciada en los secretos del ocultismo o formaron parte de algunas sociedades esotéricas. Tal fue el caso, por ejemplo, de Alfred Rosenberg, uno de los principales ideólogos del nazismo y cualificado miembro de la Sociedad Thule, que, aunque definida como una asociación para promover el estudio de las tradiciones germánicas era, en realidad un centro de reunión de importantes ocultistas.
El propio Adolf Hitler, cuyo interés por el ocultismo es bien conocido, se sintió atraído por la presunta fuerza de determinados objetos. Se cuenta que durante su juventud pasaba horas extasiado ante una vitrina del museo del palacio Hofburg (en Viena) donde se guardaba la llamada Lanza de Longinos, la misma que, según la tradición, habría utilizado el centurión romano para lancear el costado de Jesucristo en la cruz. También es sabido que la infancia y la adolescencia de Rudol Hess transcurrieron en Egipto, donde entró en contacto con algunas de las escuelas esotéricas allí existentes y llegó a recibir grados de iniciación. Una vez en la Alemania que contempló el ascenso del nazismo, alcanzó fama de ser un solvente ocultista. Por su parte, Heinrich Himmler vivió obsesionado con hacerse con determinados objetos considerados eficaces talismanes, con el fin de alcanzar el poder que se les atribuía. Himmler fue, además, un ferviente defensor de la metempsicosis y se consideraba la reencarnación del emperador Enrique II Hohenstaufen, apodado “el Pajarero“.
Centrémonos en este personaje, fundador de las SS, la policía política del régimen nazi. Himmler estaba convencido del papel de dominadora que la raza aria habría de ejercer sobre los demás pueblos del planeta y de que esa supremacía se convertiría en algo indestructible si los nazis conseguían apoderarse de algunos objetos dotados, presuntamente, de un poder legendario. Se afirma que su obsesión por el ocultismo alcanzaba límites insospechados y que siempre viajaba con libros relacionados con el esoterismo, entre ellos el famoso Parcival, de Wolfram von Eschenbach. De hecho, durante su visita a Montserrat, en busca del Grial, Himmler mostró su interés en saber si la biblioteca de los benedictinos atesoraba algún documento en torno a la obra de Von Eschenbach. Los monjes lo negaron. Pues bien, convertido en uno de los hombres más poderosos de la Alemania nazi, Himmler creó en 1935 la Ahnenerbe, denominación con la que se bautizó a la Sociedad de los Estudios para la Historia Antigua del Espíritu, a la que se conocería también con el nombre de “Herencia de los Ancestros“.
En su seno se constituyeron diversos departamentos especializados en investigar los antecedentes históricos de la raza alemana, rescatar sus tradiciones y difundir entre la población la cultura tradicional del pueblo germánico. Otro de sus departamentos, probablemente el más famoso, fue el de arqueología germánica, al que se encomendó la realización de extrañas expediciones con el propósito de buscar reliquias o talismanes a los que se atribuía un extraordinario poder, como el Arca de la Alianza o el Grial. La obsesión de Himmler por poseer el Grial llevó a los nazis a una sistemática búsqueda por todo el Languedoc francés, siguiendo las tesis formuladas por el investigador Otto Rahn.
Ya en la Catalunya de la década de 1930, varios escritores habían alimentado la idea de Montserrat como refugio del Grial. Autores como Manuel Muntadas Rovira o Marius André subrayaron esa idea en sus textos. Y de ahí a interesar al mismísimo Himmler quedaba ya sólo un paso. Su obsesivo deseo de hacerse con el Grial llevó al responsable de las SS a la montaña más emblemática de Cataluña el 23 de octubre de 1940, precisamente el mismo día en que Hitler y Franco se entrevistaban en la ciudad francesa de Hendaya. En su visita a Montserrat, Himmler estuvo acompañado por diferentes autoridades franquistas, como el alcalde de Barcelona, Miguel Mateu, o el capitán general de Cataluña, el general Orgaz, además de un numeroso séquito, del que formaba parte el general de las SS Karl Wolf -otro individuo obsesionado con el Grial y muy relacionado con los círculos ocultistas del nazismo-. La visita no estuvo exenta de incidentes. A su llegada al monasterio, el poderoso Himmler se encontró con la negativa a recibirle de los máximos responsables de la comunidad, los padres Marcet y Escarré, que no quisieron ejercer de anfitriones del jerarca nazi, alegando que no hablaban alemán.
La actitud de los benedictinos, que encomendaron la tarea a un joven monje, produjo un momento de fuerte tensión y la irritación de las autoridades locales. No acabaron aquí los incidentes, ya que al todopoderoso jefe de las SS le fue robada una cartera en la suite del hotel Ritz, donde se alojó durante su estancia en Barcelona. El escándalo fue monumental, aunque la policía franquista procuró que no se difundiese la noticia de un robo que la dejaba en muy mal lugar, dadas las connotaciones que concurrían. Sin embargo, pese a que las autoridades pusieron un particular empeño ya que se movilizó a toda la policía de Barcelona, la cartera nunca se encontró. Corrió el rumor de que contenía importantes documentos relacionados con el Grial e incluso se afirmó que en ella se guardaban unos antiguos planos de Montserrat, en los que podrían estar señalados los puntos clave para hacerse con el Grial. Se barajaron varias posibilidades respecto al robo, entre ellas la de que éste hubiera sido perpetrado por el servicio secreto británico, que por aquellas fechas tenía algunos destacados agentes en Barcelona. Ésta era una versión que convenía a la desconcertada policía franquista, ya que señalaba a uno de los mejores servicios secretos del mundo, lo que hacía menos penoso el oprobio que había caído sobre ellos a los ojos de sus alarmados jefes. Lo cierto es que la cartera de Himmler nunca apareció y, en consecuencia, tampoco se supo cual era su contenido. Un suceso que ha permitido alimentar todo tipo de especulaciones.

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