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viernes, 24 de junio de 2016

DESVELANDO EL MISTERIO 6: La partida

La nave que debía transportarnos a T3 estaba ya preparada, pero antes quedaba una última cosa por hacer. Apenas si tuve tiempo de cambiar mis ropas húmedas por unas mallas más adecuadas para el viaje y recoger un par de pertenencias personales, antes de embarcar.
Uno de mis Escorpiones subió a mi pequeña nave y ambas se elevaron simultáneamente sobre el suelo de Tâ, por última vez. Desde el aire contemplé, muy al sur, la interminable caravana de humanos que seguía avanzando; vi la isla de Ábu y también la que había sido mi hogar y el de Jerú durante sus dos maravillosos primeros años. Pero ya nada quedaba en ellas, ni tampoco en Uáset, que indicara que allí hubiera habido jamás una construcción que no fuera humana. Era obra de Tuti, sin duda; y me preguntaba de qué forma eliminaría ahora nuestra ciudad y todas las construcciones que sembraban las Tierras Altas, hasta la desembocadura del Hapi.
Volamos hacia el norte, donde mi nave fue ocultada junto con las demás; recogimos a su tripulante y luego vi desplomarse el suelo sobre el antiguo espacio-puerto, sepultándolo. Después continuamos hasta la costa: allí Djahuti desprendió una carga que se hundió lentamente en el agua, luego elevó la nave rápidamente y esperamos. A los pocos instantes un intenso temblor sacudió el suelo, los edificios se desplomaron y el mar se elevó en enormes olas que inundaron el Delta, adentrándose por el territorio hasta muy al sur, cubriendo completamente el país de Athkápitah y mucho más allá. 
Cuando las aguas se retiraron, Iunu había desaparecido bajo toneladas de arena y el espectáculo era dantesco: por todas partes habían cascotes, miles de árboles arrancados y el suelo estaba sembrado de restos de muebles y enseres de todas clases. El agua salada lo había destruido todo y lo que había sido un rico vergel estaba condenado a convertirse en poco tiempo en un desierto. Tan solo el Hapi continuaba imperturbable su camino, ajeno a lo que sucedía a su alrededor.
Sentí como algo mío se me escapaba de entre las manos cuando Djahuti accionó los mandos, rumbo a la Estación Orbital.
Un profundo sentimiento de fracaso embargaba mi Esencia.
Y cuando nuestra nave capitana se unió al convoy que nos aguardaba en T3 para iniciar nuestro regreso a Casa, no podía apartar mis ojos de la enorme pantalla que mostraba el exterior. Pasivamente observé cómo el propio Djahuti dirigía la gigantesca Estación Orbital hacia el lado oculto de uno de los satélites de Tâ, para estrellarla en su superficie. Se produjo una tremenda explosión, tras la cual una luz intensa nos deslumbró. No tuve tiempo de preocuparme por Tuti: una pequeña voladora le traía directamente hacia nosotros.
Con todos a bordo y las instrucciones de los Doce debidamente cumplidas, el convoy se puso al fin en marcha. Desde mi ventana al exterior, vi aquel maravilloso planeta azul por el que tanto había sufrido, en el que tanto había gozado... el lugar en el que descansaba mi esposo, empequeñecerse hasta desaparecer.
Dos lágrimas se deslizaron de mis ojos y dos manos tomaron las mías: las de mis dos hijos.
-       Volveré…
***
Miles de años después, en la Edad actual:
De lo que pasó después en Tâ y de cómo tuvimos que volver apresuradamente, tal vez me decida a hablar algún día, cuando los Tiempos sin Tiempo que preceden al Fin se hayan agotado y la Batalla Final de la Guerra de Eones sea ya inminente. 
Hoy me dicen que tu Esencia se ha sumido de nuevo en su Sueño y que Set se extingue también, herido mortalmente por tu indiferencia y la mía. La Profecía de los Antiguos se hace realidad. 
El dolor de mi Esencia es tan intenso que apenas si puedo mantener este cuerpo extraño en pie. El tuyo, tan amado, sigue encerrado en la roca donde lo dejé hace miles de años. No sé qué voy a hacer con él: es lo único que me queda de ti y me resisto a abandonarlo en este planeta maldito, condenado a contemplar su propia destrucción por la codicia de sus habitantes. 
Los días de mi permanencia aquí se están acabando; la Misión que nos trajo, si no se ha cumplido en su totalidad, ya no tiene ningún sentido. La misma Humanidad se autodestruye y ya no me quedan fuerzas para seguir intentando salvar a nuestros hijos de su propia decadencia. 
Esta prisión de carne y sangre en la que estoy atrapada, agoniza sin ti y sin dejarme escapar al sufrimiento.  
Esperando el milagro que no se produce, me he convertido en puerta que deja pasar el viento. Las cuentas de mi collar se han acabado como las flores del árbol del tiempo, que se consume a sí mismo. 
Si una mitad de mi propia Esencia ha muerto, ¿qué sentido tiene para la otra mitad seguir viviendo?  Si tú y yo, Nebtius y Set, somos en realidad partes de una Esencia Una escindida en cuatro… yo soy la superviviente. Y, conmigo, tal vez Nebtius en mi propio interior. Nosotras supimos enfrentar las dos Esencias femeninas y poner en equilibrio oscuridad y sombra, perdonando. 
¿Por qué me habéis abandonado aquí? 
Te necesito. Os necesito a los dos… Para seguir existiendo, para seguir luchando. Shkmt, la Poderosa, morirá con vosotros. 
***
Hasta aquí algunas de las revelaciones incluidas en mi libro "Yo Isis, la de los Mil Nombres". Incluirlas todas sería tanto como reproducir aquí la obra completa, lo cual es imposible.
A partir de ahora, los nuevos posts pertenecerán a partes de los libros siguientes, tanto de los que se han publicado como de los que, por desgracia, siguen inéditos.

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