Horemheb perdía a la mujer que amaba y ella
lo había perdido todo. ¿Qué importaba entonces su muerte, si por fin podría
reunirse con sus seres más queridos?
Ajena a toda aquella conjura, Ankhesenamón, la Reina viuda, rechazó a
Horemheb para confiar en su abuelo Ay, que se desposó con ella para conseguir
la legitimidad que necesitaba para gobernar. Pero el anciano Faraón rozaba los
noventa años, una edad más que provecta en un tiempo en que la esperanza media
de vida era de cuarenta y cinco…
La respuesta de Horemheb no se hizo esperar.
El intrépido General contaba con el apoyo del clero tebano. Se le supone
culpable de la muerte de Ay, quien apenas si pudo mantenerse un año entero en
el trono de Egipto.
Ankhesenamón, al parecer, siguió los pasos de
su madre, suicidándose con el mismo veneno.
A partir de aquel momento, ya no quedaba
oficialmente en el país un solo descendiente de la sangre de los faraones.
Empezaba una nueva etapa en la que la saga militar se hizo con el poder.
Horemheb se proclamó Faraón bajo el nombre de
Djeserjeperura Setepenra Horemheb
Meryamón, que significa «Divinas son las manifestaciones de Ra,
Elegido de Ra, Horemheb (Horus en su jubileo), el Amado de Amón».
El flamante Faraón reinaría durante
veintisiete años. A su lado, su todavía esposa Munedjmet se convertiría en
Reina, confirmando la profecía que años antes recibiera Nefertiti de un santón
en el mercado de Uáset:
—«Tú y tu hermana llegaréis a ser Reinas».
Horemheb murió sin descendencia masculina: se
ignora si fue por decisión propia o de los dioses… Pero, siguiendo la tradición
militar, antes de morir designó como sucesor a otro general que gozaba del
favor del que era ya el último Faraón de la tumultuosa Decimoctava Dinastía.
El Visir Paramesu, convertido en el Faraón MenPehtyRa RaMesesu, ha pasado a la Historia con el nombre
helenizado de Ramsés I, inaugurando con su reinado la Dinastía Diecinueve.
Hasta aquí lo que nos revelan los escritos
históricos. La vida de NeferneferuRa Nefertiti, «la Bella que nos llegó de allí»… es otra cosa.
Y hasta aquí también los misterios desvelados en los libros que he conseguido publicar hasta hoy. En estos tiempos es difícil encontrar editor, pero no por ello voy a interrumpir lo que he empezado. Los fragmentos que incluiré a partir de ahora siguiendo su orden natural son totalmente inéditos, sin que por ello descrate su publicación.
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