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domingo, 26 de junio de 2016

DESVELANDO EL MISTERIO 7: Volver en cuerpo humano

Siento cercano el momento en que deba permanecer durante todo el lapso de una vida humana en este cuerpo que el dios Jnum ha modelado para mí en el vientre de Ahmes-ta-Sherit a partir de la divina semilla de Amón. Él ha dado forma a mi Ka en su torno de alfarero para que tenga por siempre vida, salud, alimentos, ideas justas, amor y alegría. La diosa Heket me ha infundido la vida y la misma Sheshat trazará los cartuchos que contendrán mi nombre.
Per-O, la Gran Casa real de Tâ-Ébet, bulle de actividad. El propio dios Dyehuti ha anunciado a los Uabu-Sun-Nu la inminencia de mi nacimiento y mi madre ha sido llevada con grandes honores a la cámara del parto.
Mi madre es la Primera Esposa de Aa-Jeper-Ka-Ra DyehutyMose, futuro sucesor del Faraón reinante en el país de Khem: Amen-hotep Primero.
En la fecha de mi nacimiento estaba ya cercano el final de reinado de Amen-hotep, que moriría sin descendencia y el matrimonio entre mis padres aseguraba la sucesión al trono.
Ahmes-ta-Sherit no es una Primera Esposa Real por simple elección, sino que fue desposada por mi padre por ser la descendiente directa de la rama más legítima de los gobernantes khem-taui. La sangre que corre ya por mis venas es la más noble y pura de todo el país de Khemet, la de la mismísima Ahmes-Nefertari, mi divina abuela.
Contemplo el momento de mi nacimiento como si no fuera partícipe del mismo. En la cámara del parto veo al mismo Amón, acompañado por nueve divinidades que intervienen para hacer más liviano mi nacimiento.
Apenas el que será mi cuerpo es separado del de mi madre, los sacerdotes se apresuran a presentarlo ante el Faraón. De pronto, mientras todos profieren ovaciones y expresiones de júbilo por mi nacimiento, siento una inexplicable atracción hacia ese cuerpo pequeño que he estado observando mientras crecía y se formaba durante más de siete meses humanos. No puedo decir que no sienta curiosidad por entrar en él; he estado muchas veces muy cerca de llegar a hacerlo, pero no era aún el momento adecuado. La atracción es cada vez más intensa, se vuelve tan fuerte que ya no puedo resistirme y caigo en su interior.
Miro a mi alrededor a través de sus oscuras ventanas y me siento extrañamente perdida e indefensa. Una angustia mortal me invade. Luego, silencio y olvido.
¿Por qué olvidar, si luego es tan difícil la remembranza?
Del capítulo 3 de "La Hija de los Dioses"

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