CARTA ABIERTA A LAS IGLESIAS Y A TODOS LOS
GUIAS ESPIRITUALES DEL MUNDO
Por si a alguno de Vds. se le ocurre
calificarme de atea, de endemoniada o de agnóstica, vaya por delante que estoy
absolutamente convencida de que existe un Ser Supremo, Algo o Alguien que
abarca en Sí Mismo el conjunto de todo lo creado y de todo lo increado. El todo
y la nada, el bien y el mal, son solo caras de una misma moneda y unos pocos de
los múltiples aspectos de ese gran conjunto del que cada uno de nosotros forma
parte. En una palabra: creo en “ESO” que todos llamamos Dios.
Si hoy me dirijo a Vds. es porque necesito
expresar algo que está (o debería estar) en la conciencia de muchos de
nosotros, sus “feligreses”, sin que importe demasiado la diversidad de
credos, ideologías o razas. Es, más o menos, una especie de derecho al pataleo
universal.
Necesitamos unirnos todos en un frente común
que elimine la idea obsoleta de que necesitamos intermediarios para dirigirnos
a Dios. Él está en el corazón de cada hombre y no es otro hombre quien puede
hacernos llegar a Él. Cualquiera puede escuchar su Voz con sólo escucharse un
poco a sí mismo y nadie, NADIE, está en posesión de la verdad absoluta. Por muy
Pontífice que sea…
Por cierto, ¿han olvidado Vds. lo que significa la palabra “pontífice”? Un pontífice es un creador de puentes… nada que ver con un político que dicta normas de conducta, ni con un juez que crea jurisprudencia. Las conciencias de los hombres sólo pueden ser juzgadas por Dios. Y ese Dios, Señores, se encuentra también en cada conciencia.
Las distintas Iglesias ya hace mucho tiempo
que han dejado atrás su razón de existir. Sus religiones fueron creadas como
respuesta a una necesidad tan antigua como el hombre: la de dar respuesta a sus
eternas preguntas trascendentales ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Qué hago aquí? Y también (para qué dejarlo en el tintero) por otra necesidad aún mayor: la de controlar al rebaño. Sí, rebaño tienen la desfachatez de llamarnos y, al fin y al cabo, es lo que somos la mayoría: ovejas que siguen al pastor o se enfrentan con los perros.
Seguimos buscando esas respuestas que no han sabido o no han querido respondernos; las
necesitamos para dar un sentido a nuestras vidas y para pensar que no todo se
acaba con la muerte.
Pero lo que ya no necesitamos son esos inmensos
tinglados religiosos que nos han montado. Hemos pasado del humilde
chamán/chamana (ése/a sí que era un pontífice que ayudaba a sus congéneres a
superar los momentos difíciles), a contemplar atónitos como enormes
multinacionales religiosas trafican con nuestras almas… por no entrar en más
detalles.
Hemos crecido, Señores.
Ahora somos capaces de darnos cuenta de
cuando nos están engañando. Capaces de juzgar a quienes, durante siglos, han
pretendido juzgarnos y educarnos. Somos adultos y vemos hasta donde nos han
conducido sus excelsas guías. Y sabemos también que la espiritualidad no es
nada de eso.
Espiritualidad es tener en cuenta que no
somos sólo materia perecedera. Espiritualidad es trabajar por y para nuestro
espíritu. Espiritualidad es AMOR.
Y AMOR es algo de lo que Vds., señores Jefes
Espirituales del mundo, carecen. Nos lo han demostrado con su intransigencia,
con su afán competitivo y con la petulancia de creer, cada uno de Vds., que su
religión es la única verdadera y que el resto, o son herejes o están
equivocados.
Y es que no hay más que un Dios, Señores: Uno
solo. Y ese Dios no tiene nada que ver con lo que Vds. ofrecen y mucho menos
con el ejemplo que nos dan.
Se ha hablado mucho de que los distintos
Credos deben refundirse en uno sólo y de que las Iglesias de todo el mundo
deberían reunirse. Eso nunca sucederá: son Vds. demasiado inflexibles y
demasiado orgullosos. Pero a los fieles de a pie, a los que de verdad somos
creyentes, eso no nos importa: no necesitamos Iglesias que nos limiten la Fe , ni templos donde reunirnos
para “hablar con Dios”. Dios nos escucha dondequiera que estemos y los asuntos
del “alma” de cada persona son asunto propio. Es una conversación privada, en
la que los dos únicos interlocutores válidos son el Espíritu y el Dios del que
éste forma parte.
Otra cosa que han olvidado todos Vds. sin
excepción (al menos están de acuerdo en algo, aunque sea por pasiva), es que
Dios NO es exclusivamente masculino. Han obviado con toda intencionalidad que
Crear Vida es una tarea básicamente femenina y que si ese Ser Supremo es tal,
ha de contener en una misma Esencia los dos aspectos. Olvidando a Dios en tanto
que Madre, es como Vds. se han alejado del verdadero AMOR y, lo que es mucho
peor: han conseguido, a fuerza de machacarnos durante siglos, que nosotros
también lo olvidemos.
Estoy muy lejos de ser feminista; creo en los
valores de la mujer en la misma manera que creo en los de los hombres. Ambos,
por distintos, somos complementarios e inseparables. ¿Podríamos vivir, unos sin
otras?
Y Vds., que se pelean por obtener la
hegemonía absoluta, que compiten por ganar cada día más adeptos, ¿olvidan acaso
que la población mundial es mayoritariamente femenina? Detrás de toda esa
misoginia mal entendida, detecto un miedo que prefiero no analizar.
Asómense al mundo y vean lo que han
conseguido con esa desvalorización progresiva de los valores femeninos: los
hombres ya casi no saben llorar y las mujeres nos hemos visto obligadas a
masculinizarnos para hacernos un lugar en una sociedad que se dirige
directamente al desastre.
Lejos de la Madre ya no queda lugar para el amor, el
sentimiento o la compasión; nos estamos convirtiendo en bestias sedientas de
éxito, competimos por ser (o por tener) un poco más que el vecino y nos
sentimos perpetuamente insatisfechos sabiendo que algo nos falta, pero sin
atrevernos a averiguar qué es.
No tenemos tiempo: somos robots al servicio
de nuestro trabajo, porque la competencia y la sociedad de consumo nos exigen
cada día más.
No tenemos tiempo: por eso cada vez
sobrecargamos a nuestros niños con más y más extraescolares y permitimos que
vean demasiadas horas de televisión o que se aíslen del mundo real en aras de
la cibernética. Estamos fomentando la desintegración familiar y creando
monstruos sin imaginación y sin valores familiares, pequeñas réplicas nuestras
con alguna que otra prótesis adicional: ordenadores, consolas, wiis, tablets y teléfonos
móviles. Gracias a algo tan simple como una calculadora, los menores de
cuarenta años ya no saben sumar… si se encontraran en una situación límite, si
no pudieran apoyarse en la tecnología, se verían obligados a aprender muchas
cosas. Pensemos: ¿qué pasará cuando sus hijos, nuestros niños de ahora, se
conviertan en adultos? Y no es que no me parezca bien la tecnología; pero todo
tiene su justa medida.
No tenemos tiempo… ya no tenemos tiempo ni
para Dios y de eso, Señores, Vds. son directamente responsables.
No, Señores, no creo en Vds., igual que no
creo en sus Iglesias: en ninguna.
El día en que vea cómo se desprenden Vds. de
sus riquezas, venden sus posesiones, dejan de traficar con divisas o con cosas
peores y se dedican a ayudar a “sus feligreses” menos favorecidos, entonces y
sólo tal vez, empezaré a creer que son algo más que mercaderes en sus propios
templos.
Cuando desmantelen todo el circo religioso
que tienen montado, unos y otros, para ponerse de acuerdo y reconocer
públicamente que se han equivocado, que Dios está dentro de cada uno de
nosotros y que no les necesitamos a Vds. para tener conciencia de Él…
Cuando hagan uso de la humildad que predican
para reconocer que sus homólogos pueden ser tan buenos o mejor que Vds. mismos…
Cuando demuestren que son capaces de sentir
empatía por sus semejantes…
Cuando se ocupen de emplear sus inmensas
riquezas en dar un hogar a todos los niños del mundo, en sanear el medio
ambiente, en erradicar el hambre…
Cuando trabajen codo a codo con los pobres, a
pleno sol, en vez de intentar dirigir sus destinos desde despachos
climatizados…
Cuando nos eduquen con el ejemplo,
convirtiéndose en hermanos en vez de en competidores…
Entonces, Señores, y sólo entonces… tal vez
crea en Vds.
No pongan palabras supuestamente divinas en
sus bocas, porque no es Dios quien habla por ellas: es su propia soberbia quien
lo hace. Luego, lo hemos visto todos, les toca rectificar, porque los tiempos
cambian y porque la “gran masa” no es tonta.
Digan al mundo la VERDAD ; estamos preparados
para asumirla. Después podrán jubilarse, que ya toca después de tantos miles de
años…
Y no duden de que existe una Justicia Superior
que tiene en cuenta hasta el más sutil de nuestros pensamientos: no en vano
todos formamos parte de ese Gran Él-Ella, el Dios Padre-Madre. Una Justicia,
Señores, que va a medirles con el mismo rasero con el que Vds. miden a su
prójimo.
Y esto es igualmente válido para todos
aquellos grupos emergentes, supuestamente espirituales pero decididamente
miopes, que emplean todos sus esfuerzos en criticar a las Iglesias existentes
para decirnos que estamos evolucionando hacia un mundo mejor y más elevado por
una parte, mientras por la otra nos hablan de profecías y finales del mundo
apocalípticos. Díganme, ¿no es esto una versión más actual de huríes y de
infiernos? ¿No están Vds. haciendo lo mismo que sus competidores de toda la
vida? La finalidad es la misma de siempre: recaudar fondos de la forma que sea.
Con estas pobres palabras mías acabo de
darles un excelente pretexto para que se pongan todos de acuerdo para quitarme
la razón. Si lo consigo, ya serán dos las cosas que tendrán en común.
Y por algo se empieza.
Lola Xaxo
Quizás, si es algo que hoy día podría añadir a esa carta sería abundar en las supuestas guerras religiosas y en las que no lo parecen, pero lo son.
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