Por
sus ojos, casi ciegos, habían desfilado los acontecimientos más importantes de
la tribu en los últimos cien años, que el tiempo se había encargado de esculpir
trazo a trazo sobre su piel. Estaba tan arrugada que se hacía difícil adivinar
sus rasgos; pero aquellos que aún podían recordarla de joven afirmaban que
había sido tan hermosa que no había hombre que no enloqueciera por ella. Pero
Tamar había entregado su amor a uno sólo, al que se había mantenido fiel aún
después de su muerte.
Desde
entonces, los hijos de sus hijos se han multiplicado y todos tenemos, en mayor
o menor medida, alguna relación de parentesco con ella. Pero de eso hacía ya
tanto tiempo, que ni siquiera ella recordaba quien era el hijo, el nieto o el
biznieto de quien.
Por
eso y por el significado de su nombre, todos la llamábamos Safta Tamar, «Abuela
Palma».
—Iebarejejá
Eloah, safta —le dije al entrar.
—Iebarejejá
Eloah, Hija de la Luz.
Hablaba
con una voz suave y monótona, reflejo de su infinito cansancio. El aire, al
pasar por entre sus escasos dientes, producía una especie de bisbiseo suave que
le hacía alargar las eses y le daba un encanto especial. A pesar de ello, su lenguaje
era casi musical y sus palabras reflejaban un amor sin límites, transmitiendo
una incomparable sensación de paz.
—Soy la hija del Yitró Reuel.
—Sé
quien eres. La Luz
está en ti, hija mía, y se manifestará a su debido momento.
—Voy a
casarme y…
—Reuel
habló conmigo, pero cualquier mujer de la tribu podrá hablarte del amor y de
cómo calentar el lecho de un hombre. Hoy debes escuchar lo que yo tengo que
decirte.
—Pero…
—No me
interrumpas, niña, y escucha: Tengo tantos años que ya he perdido la cuenta,
pero durante todo este tiempo he vivido para esperarte, porque tengo un mensaje
importante que transmitirte. Eres Hija del Cielo y estás destinada a contemplar
grandes cosas. Ese forastero, que ha sido traído hasta ti por designio divino,
tiene un importante cometido que cumplir en este mundo. Por eso ha llegado
aquí, porque tu destino es estar a su lado y apoyarle con la dulzura de tu amor
sin límites. Sois el uno del otro desde el Comienzo de los Tiempos; pero un día
habrás de descubrir que él no es quien parece ser. Pero, a pesar de eso,
recuerda siempre cual es tu propia misión y mantente firme. Habrá momentos en
los que él deberá enfrentarse a enormes problemas, se sentirá desfallecer y
necesitará el cálido descanso de tu pecho y la fortaleza que le dará tu amor.
Recibirá grandes mensajes de lo Alto, pero la Oscuridad , que nunca
descansa, intentará engañarle y apartarle del camino correcto. Será entonces y
sólo entonces, cuando tú estarás a su lado a pesar de todo y de todos, para ser
la lámpara que guíe sus pasos en las sombras. Debes saber que la Oscuridad es sólo luz
dentro de la Luz y
que es muy fácil confundirse.
Safta se interrumpió
para beber un sorbo de agua de una taza que tenía a su lado. Su última frase,
aunque no la comprendía, había calado muy hondo en algún lugar de mi espíritu.
—Sólo tú puedes ser su guía cuando esa oscuridad le impida distinguir la Luz verdadera —continuó—. Pero
no será nada fácil, pues es orgulloso y arrogante y deberás aconsejarle con
muchísimo tacto. Con el tiempo aprenderás a desarrollar el don de sugerirle
ideas que él creerá suyas propias. El orgullo, la soberbia y la ira, niña mía,
acechan agazapados en el interior de todos los hombres, incluso de los más
dignos, esperando el momento más conveniente para destruir sus mejores
cualidades. Son los enemigos más peligrosos, porque nadie está dispuesto a reconocer
que estas emociones negativas viven en su corazón y se alimentan de sus
sentimientos más esenciales. Aléjate de ellas como de una plaga.
—¿Y
cual es el destino de Moshé, safta?
—Él es
El Libertador.
—¿El…
Libertador?
—Sí. Habla
con tu padre, Tzíppora: Reuel conoce La Promesa mejor que nadie. Dile que yo te he hablado
de eso y que tú también recibirás Mensajes del Cielo cuando todos tus hijos
hayan nacido.
—¿Mis
hijos?
—Parirás
dos varones y una hembra. Después quedarás yerma para que puedas aceptar tu
destino.
—¿Y
cómo será ese destino?
Safta se interrumpió
para tomar aliento y entrecerró sus ojos durante un tiempo que me pareció
eterno. Luego, pausadamente, dijo con una voz extraña:
—Te convertirás
en la hermana de un Rey, te enfrentarás a la Primera Gran Esposa del Faraón y
serás únicamente tú quien conseguirá que El Libertador pueda cumplir con su
Misión. Pero ni él, ni el mundo, deberán saberlo jamás. Verás grandes cosas
suceder a tu alrededor; extraordinarios prodigios se multiplicarán, porque en
tu interior vive Aquella de las Grandes Alas, la que lleva la Marca en su frente y la
fuerza del Amor en su Corazón. Pero, antes de eso, debes aprender a distinguir
Luz y Oscuridad.
Un
doloroso rictus revelaba el esfuerzo que estaba haciendo.
—Tu madurez será dura y difícil, porque la vida junto a ese hombre —safta
había dado una entonación especial a esa última palabra— puede llegar a ser muy
angustiosa. Sin embargo, deberás mantenerle en su lugar cuando su valor
zozobre, porque en verdad tú serás el timón de su nave. Habrá momentos, cuando
descubras sus secretos más oscuros y cuando comprendas cuán frágil es la
integridad de un hombre, en los que desearás mil veces no haberle conocido. No
te será fácil soportar su irritante arrogancia mientras tú te mantienes en la
sombra, liberándole de todos los problemas en silencio. Pero aún así debes
hacerlo, por el bien de todos.
Ni
siquiera sospechaba cuán exactas eran las palabras de Tamar; de haberlo hecho,
tal vez hubiera reconsiderado mi decisión. Pero yo era tan sólo una niña
ilusionada, tan deslumbrada por el genio de Moshé, que no veía más que lo que quería
ver. Quizás por eso había tomado de aquella premonición solamente lo que
deseaba oír. Ni se me pasó por la imaginación que a lo largo de mi vida habría
de recordar varias veces las palabras de Tamar tan claramente como si en cada
ocasión volviera a escuchar aquella voz cargada de años y de sabiduría.
Safta
suspiró profundamente antes de continuar:
—Tu última hora llegará cuando todo esté cumplido; el día que veas
desaparecer, tras una loma, este mismo sol que te vio nacer. Ese día
reconocerás en el cielo tu verdadera Casa y entrecerrarás tus ojos para soñar,
sentada y sola a la puerta de tu tienda. Será entonces cuando Ellos vendrán a
buscarte para llevarte de regreso al Sol del que eres Hija. Entonces
entenderás…
Del Capítulo 5 de "Faraón sin Reino" (Libro inédito)