Hay una raza de hombres, hay una raza de dioses. Cada una de ellas saca su aliento vital de la misma Madre, pero sus poderes son diversos, de suerte que unos no son nada y otros son los dueños del cielo , que es su ciudadela para siempre. Sin embargo, todos nosotros participamos de la Gran Inteligencia; tenemos un poco de la fuerza de los inmortales, aunque no sepamos lo que el día nos tiene reservado, lo que el destino nos tiene preparado antes de que cierre la noche. Píndaro, "Oda"
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martes, 20 de diciembre de 2016
ISIS
No
había acabado de cerrar los ojos, cuando he aquí que de entre las olas se alzó
una divina faz, capaz de infundir respeto a los mismos dioses. Y poco a poco la
imagen fue adquiriendo el cuerpo entero y me pareció que, emergiendo del mar,
se colocó a mi lado. Intentaré describirles su maravillosa hermosura, si la
pobreza del lenguaje humano me concede la suficiente facultad de expresión o si
la misma divinidad me proporciona la rica abundancia de su elocuente facundia.
Primero,
tenía una abundante y larga cabellera, ligeramente ensortijada y extendida
confusamente sobre el divino cuello, que flotaba con abandono. Una corona de
variadas flores adornaba la altura de la cabeza, delante de la cual, sobre la
frente, una plaquita circular en forma de espejo despedía una luz blanca,
queriendo indicar la Luna. A derecha e izquierda este adorno estaba sostenido
por dos flexibles víboras, de erguidas cabezas, y por dos espigas de trigo, que
se mecían por encima de la frente.
El
divino cuerpo estaba cubierto de un vestido multicolor, de fino lino, ora
brillante con la blancura del lirio, ora con el oro del azafrán, ora con el
rojo de la rosa.
Pero
lo que más atrajo mis miradas fue un manto muy negro, resplandeciente de negro
brillo, ceñido al cuerpo, que bajaba del hombro derecho por debajo del costado
izquierdo, retornando al hombro izquierdo a manera de escudo. Uno de los
extremos pendía con muchos pliegues artísticamente dispuestos y estaba rematado
por una serie de nudos en flecos que se movían del modo más gracioso.
Por
la bordada extremidad, y en el fondo del mismo, brillaban estrellas y, en el
centro, la luna en plenilunio resplandecía con fúlgidos rayos. No obstante
esto, en toda la extensión de tan extraordinaria capa aparecía sin interrupción
una guirnalda de toda clase de flores y frutos.
La
diosa llevaba, además, muchos atributos bien distintos unos de otros: en su
mano derecha un sistro de bronce, cuya fina lámina, curvada a modo de tahalí,
estaba atravesada en el centro por tres varillitas que al agitarse por el
movimiento del brazo, emitían un agudo tintineo. De su mano izquierda pendía
una naveta de oro, cuyas asas, en su parte más saliente, dejaban salir un
áspid, con la alzada cabeza de cuello hinchada con demasía.
Cubrían
sus divinos pies unas sandalias tejidas de hojas de palmera, árbol de la
victoria.
Presentándose
de tal guisa y exhalando los deliciosos perfumes de Arabia, se dignó hablarme
de este modo con su voz divina:
He
aquí, Lucio, que me presento a ti, movida por tus súplicas, yo, la madre de la
Naturaleza, señora de todos los elementos, origen y principio de los siglos,
divinidad suprema, reina de los manes, primera de entre los habitantes del
cielo, representación genuina de dioses y diosas. Con mi voluntad gobierno la
luminosa bóveda del cielo, los saludables soplos del Océano, los desolados
silencios del Infierno. Y todo el orbe reverencia mi exclusivo poder, bajo
formas diversas, honrándolo con cultos de distintas advocaciones.
Los
frigios, primeros seres de la tierra, me llamaban la diosa de Pesinunte, madre
de todos los dioses. Aquí, los áticos autóctonos, la Minerva de Cecrops. Allá,
los habitantes de Chipre batida por las olas, la Venus de Pafos. Entre los
cretenses, hábiles en disparar flechas, soy Diana Díctina. Para los sicilianos,
que hablan tres idiomas, yo soy la diosa Prosperina Estigia. Los habitantes de
Eleusis me llaman la antigua diosa Ceres. Unos, Juno, otros, Belona. Éstos,
Hécate; aquéllos, Ramnusia. Y los etíopes, los primeros en ver la luz del Sol
naciente, los de ambas, y los egipcios, que sobresalen por su antiguo saber,
venerándome en su culto particular, me llaman reina Isis.
Presencio
tus desgracias y acudo favorable y propicia. Deja ya de llorar y de lamentarte,
expulsa ya toda tristeza. Ya brilla para ti el día de salvación, gracias a mi
providencia. Por consiguiente, escucha con mucha atención y cuidado las órdenes
que te voy a dar:
Una
devoción inmemorial me ha dedicado el día que sigue a esta noche, cuando mis
sacerdotes, calmadas ya las borrascas del invierno y apaciguadas las impetuosas
olas del mar, siendo ya navegable, me consagran una nave nueva, como para poner
el comercio bajo mi protección.
No
deberás esperar esta ceremonia con inquietud ni con pensamientos profanos;
porque, a una indicación mía, el sacerdote, con sus vestiduras solemnes y
adornos, llevará una corona de rosas, sujeta al sistro que tendrá en su mano
derecha. Así, pues, sin vacilación, separándote de la curiosa multitud, ve a
unirte a mi cortejo con mucho celo, confiando en mí tu voluntad.
Tú
te acercarás con mansedumbre al sacerdote. Luego, como queriendo besarle la
mano, apodérate de las rosas, despójate en seguida de la piel de este
detestable animal que desde muchísimo tiempo me es odioso. No tengas miedo de
nada como cosa difícil de realizarse. Pues en ese mismo instante yo acudo a ti,
y te me hago visible, y yo ordeno a mi sacerdote, mientras reposa, lo que debe
hacerse después. Por orden mía, la apiñada multitud del acompañamiento te hará
paso. Y en medio de esta jubilosa ceremonia y espectáculos festivos, ninguno te
mostrará aversión por esa deformidad que llevas, así como tampoco nadie pensará
en acusarte malignamente por tu repentina metamorfosis.
Mas,
por encima de todo nada olvides, y que se grabe en lo más hondo de tu corazón
este pensamiento: recuerda que lo que te resta de vida hasta el último suspiro
lo tienes que consagrar a mí. Y es justo que, cuando por el favor de una diosa
hayas vuelto entre los hombres, le debas todo el resto de tu vida.
Vivirás
feliz, vivirás lleno de gloria bajo mi protección; y cuando, habiendo cumplido
el tiempo de tu destino, hayas descendido a los Infiernos, allí también, en ese
hemisferio subterráneo, me encontrarás brillando en medio de las tinieblas del
Aquerón, reinando sobre las mansiones de la Estigia, y tú, cuando habites los
Campos Elíseos, me reverenciarás asiduamente como protectora tuya.
Pero
si, con culto piadoso y esmerado acatamiento y perseverante castidad, te haces
digno de mi favor poderoso, sabrás que a mí tan sólo compete el prolongar tus
días de vida más allá de lo que está destinado.
Apuleyo. "El Asno de Oro"
lunes, 21 de noviembre de 2016
Dies Natalis Solis Invicti
El Festival del Nacimiento del Sol Inconquistado.
Así es como se celebraban antiguamente los días que mediaban entre el Solsiticio de Invierno (aproximadamente el día 21 de diciembre en el hemisfertio norte) y el 25 de diciembre.
La celebración en esos mismos días de la Navidad no es otra cosa más que un necesario sincretismo religioso, establecido durante el reinado del emperador Constantino, más de trescientos años después de la muerte de Cristo.
Pero su verdadero origen es anterior. En culturas muchísimo más antiguas y dispares encontramos una y otra vez la celebración del renacimiento del sol personificado en Marduk, Mithra, Osiris, Balder y muchos más.
Con el fin del verano la Diosa Madre, la Naturaleza, Ishtar o esa Isis de los diez mil nombres, desciende al mundo inferior para liberar a su esposo, hermano y amante de las garras de la muerte.
El mito del dios muerto y resucitado que se repite en todas las culturas se refiere siempre al sol, que cada año renace en el solsticio de invierno.
Incluso en lugares tan alejados como los de Sudamérica por poner dos ejemplos, se celebra el Inti Raymi peruano (Nacimiento del Sol) y el We Tripantu de los mapuches de Chile.
Sin ir tan lejos, los mismos romanos celebraban las Saturnalias en honor a Saturno (en los principios de su religión fue el dios más importante de su Panteón hasta el establecimiento de Júpiter como padre de los dioses) del 17 al 23 de diciembre, alumbrándose con velas y antorchas, para celebrar el fin del periodo más oscuro del año y el nacimiento del nuevo periodo de luz o nacimiento del Sol Invictus el 25 de diciembre, coincidiendo con la entrada del Sol en el signo de Capricornio, gobernado también por Saturno.
Las fiestas comenzaban con un sacrificio en el templo del dios, al pie de la colina del Capitolio, en la zona considerada la más sagrada de Roma. Al sacrificio seguía un gran banquete al que todo el mundo estaba invitado.
Eran fechas en las que todo el mundo se intercambiaba regalos y festejaban juntos, muchos esclavos eran liberados y los señores intercambiaban sus funciones con sus servidores.
En un principio Saturno era un dios agrícola, protector de campos y campesinos, garante de las cosechas y sucesor de Cronos, el dios prehelénico de la mítica Edad de Oro de la tierra, cuando no existían las clases sociales y todos vivían felices en comunidad.
Así es como se celebraban antiguamente los días que mediaban entre el Solsiticio de Invierno (aproximadamente el día 21 de diciembre en el hemisfertio norte) y el 25 de diciembre.
La celebración en esos mismos días de la Navidad no es otra cosa más que un necesario sincretismo religioso, establecido durante el reinado del emperador Constantino, más de trescientos años después de la muerte de Cristo.
Pero su verdadero origen es anterior. En culturas muchísimo más antiguas y dispares encontramos una y otra vez la celebración del renacimiento del sol personificado en Marduk, Mithra, Osiris, Balder y muchos más.
Con el fin del verano la Diosa Madre, la Naturaleza, Ishtar o esa Isis de los diez mil nombres, desciende al mundo inferior para liberar a su esposo, hermano y amante de las garras de la muerte.
El mito del dios muerto y resucitado que se repite en todas las culturas se refiere siempre al sol, que cada año renace en el solsticio de invierno.
Incluso en lugares tan alejados como los de Sudamérica por poner dos ejemplos, se celebra el Inti Raymi peruano (Nacimiento del Sol) y el We Tripantu de los mapuches de Chile.
Sin ir tan lejos, los mismos romanos celebraban las Saturnalias en honor a Saturno (en los principios de su religión fue el dios más importante de su Panteón hasta el establecimiento de Júpiter como padre de los dioses) del 17 al 23 de diciembre, alumbrándose con velas y antorchas, para celebrar el fin del periodo más oscuro del año y el nacimiento del nuevo periodo de luz o nacimiento del Sol Invictus el 25 de diciembre, coincidiendo con la entrada del Sol en el signo de Capricornio, gobernado también por Saturno.
Las fiestas comenzaban con un sacrificio en el templo del dios, al pie de la colina del Capitolio, en la zona considerada la más sagrada de Roma. Al sacrificio seguía un gran banquete al que todo el mundo estaba invitado.
Eran fechas en las que todo el mundo se intercambiaba regalos y festejaban juntos, muchos esclavos eran liberados y los señores intercambiaban sus funciones con sus servidores.
En un principio Saturno era un dios agrícola, protector de campos y campesinos, garante de las cosechas y sucesor de Cronos, el dios prehelénico de la mítica Edad de Oro de la tierra, cuando no existían las clases sociales y todos vivían felices en comunidad.
viernes, 18 de noviembre de 2016
LOS ORÁCULOS GRIEGOS (Dodona)
Dodona había dejado de ser la
capital de Epeiros desde que mi hermano Aléxandros desplazara la corte a
Buthroton. Su famoso Oráculo es tan prestigioso como el de Delfos y el más
antiguo de toda la Hélade. Desde
la falda del monte Tomaro, las tres Sellai
de Zeus Naios dan respuesta a las gentes sencillas del lugar y a romeros de las
cercanías o de zonas remotas del norte.
Durante siglos las aguas siempre
iguales y sin embargo siempre distintas del caudaloso Aqueloo han pasado de
puntillas junto al Santuario, que cada anochecer contempla el silencioso vuelo
de los caballos alados de Zeus que acuden a sus orillas para apagar su sed. Es
entonces cuando el trote de los poderosos centauros hace temblar la tierra
antes hollada por las pezuñas del pícaro Pan persiguiendo ninfas entre el follaje.
Cerca ya de la región del Pindo,
el silencioso planear de un águila sobre nuestras cabezas señaló la
aquiescencia del Padre de los Dioses. Era la primera vez que mi hijo Aléxandros
visitaba el Santuario; Zeus estaba satisfecho.
La tapia amurallada que protege
el Santuario y el Roble oracular con su fuente sagrada, se destacó de pronto
entre el verde lujuriante del paisaje.
Los heles descalzos de pies nunca lavados nos franquearon la entrada al
recinto amurallado. En el centro, junto al viejo Roble Sagrado que hace las
veces de palomar, se alza el témenos
de Zeus Naios, el dios uranio de los cielos y del monte Tomaros.
Mucho antes que el Rey de los
Dioses, dos diosas ctónicas habían elegido aquellas montañas como residencia:
Temis, esposa de Zeus, y Dione Naia, su amante, habían sido las primeras en
hablar a los hombres a través del rumor de las hojas del Roble Sagrado y del
zureo de las palomas; y el poderoso Zeus se unió a ellas para ampliar la
lectura profética a los ecos sonoros que el viento consigue al hacer golpear
las cadenas que, en otros tiempos no tan lejanos, pendían de las ramas del
roble sobre los calderos.
Zeus Naios y sus dos compañeras paredras, Temis y Dione, la diosa de la
vegetación relacionada con las raíces del Gran Roble, profetizan por boca de
sus sacerdotisas. Juntos acogen las preguntas que humildes y grandes les
formulan, grabadas por los heles sobre láminas de plomo e interpretadas por una
de las tres Hai Peléiades o Sellai.
Una vez que hubimos abonado la
suma correspondiente al pelanos, los heles sacrificaron una cabra blanca al
río Aqueloo, no sin antes introducirla en la corriente. El animal,
completamente sumergido en el agua helada que baja de la cordillera, temblaba
de frío y de miedo, una señal inequívoca de que nuestra consulta había sido
aceptada por los dioses.
Sólo entonces penetramos en la Hiéra Oikia , situada junto al Roble Sagrado, entre los
contiguos templetes de Dione y Temis. Atravesamos el templo sorteando la
fila de peregrinos que esperaban ordenadamente su turno desde el alba. Como
personajes pertenecientes a la realeza, gozábamos de derecho de prioridad para
penetrar en el oikós, la sala vecina
al adyton donde más tarde la peléiade habría de trasladar a los heles la respuesta de los dioses.
Escrito sobre plomo, el testimonio de la merced divina podría ser conservado
para siempre.
Una mujer joven, delgada y de
aspecto anodino, atravesó el recinto sin detenerse ni sentarse en ninguno de
los bancos del oikós. Con la mirada
ausente, continuó su camino. Era la más joven de las hai peléiades. El país entero dependía de las palabras que surgían
de sus labios y, paradojas de los dioses, la que compartía los secretos de Zeus
no era más que una pobre campesina sin más cultura ni meritos que los de haber
consagrado su virginidad al Rey del Olympo.
Venía de realizar su ritual
preparatorio; purificada en las gélidas aguas del río, se acercó hasta la
imagen de Zeus Dodoniense que preside el Templo rayo en mano, mientras que con
la otra sujeta un báculo sobre el que se
posa un águila real. Impasible, la
Sella tomó del
altar algunas hojas de laurel y harina de cebada y caminó con paso lento y
ceremonioso hasta el exterior.
Bajo el sol de Dodona, el Roble
Sagrado la esperaba inalterable,
extendiendo sus poderosas raíces junto a la fuente. Sus ramas de mil ojos
verdes parecían mirarla con curiosidad, dando sombra al efebo de bronce que sujeta un látigo con tres cadenas de
astrágalos.
Ella se inclinó para tomar un poco de agua de
la fuente en el cuenco de su mano y bebió. Luego, con la cabeza echada hacia
atrás, trepó ágilmente sobre el alto trípode que sustenta el caldero de cobre
colocado frente a la estatua del efebo.
Envuelta en una red de tiras de lana blanca agitadas por la brisa, con el
rostro inclinado hacia el caldero que tenía a sus pies, masticaba lentamente
las hojas de laurel y la harina de cebada parasitada.
Bajo el dominio total de Zeus, la
manía se apoderó de ella. Fuera de
sí, con el cuerpo agitado por temblores y convulsiones, fragmentos de frases
escapaban entre escalofríos de sus labios cuajados de espuma, para ir a caer
junto al trípode y ser recogidos por heles
ávidos de las palabras del dios que, armados con tablillas de plomo y
estiletes, habrían de convertirlas en versos coherentes.
En pleno éxtasis alucinatorio, la Sella
danzaba peligrosamente sin bajar del pedestal. Su misión había finalizado y los
heles se retiraban.
De mi libro "Apenas una Clepsidra", sobre la vida de Olimpia de Épiro, la madre de Alejandro Magno.
***
El roble parlante de Dodona fue el oráculo más antiguo que existió en Grecia.
Al principio y durante muchos siglos se consagraron doncellas vírgenes al servicio del oráculo. Se las llamaban pitias o sellai (de sella, en singular). Eligieron mujeres para esta función por su naturaleza más sensible y emocional, que reaccionaba más rápidamente al efecto de las drogas que consumían.
Aunque es imposible remontarnos a los orígenes de la costumbre oracular, se sabe que muchas de las cuevas y grietas que los griegos destinaron a los oráculos ya eran sagrados mucho antes de que comenzara la cultura griega.
domingo, 23 de octubre de 2016
El hombre rojo de las Tullerías
En el palacio de las Tullerías habitaba un fantasma cuya aparición siempre presagiaba desgracias. Su historia está indisolublemente ligada a los tiempos turbulentos de Catalina de Médicis, si bien hay varias versiones del relato. Según una de ellas, el hombre sería un carnicero, de nombre Jean, que vivía no lejos de palacio. La reina construía su residencia de las Tullerías, y para ello había ordenado demoler algunas viviendas. Sus ocupantes se resignaron a abandonarlas; todos menos uno: el carnicero. Jean habría de pagar muy cara su rebeldía.
Otros cuentan historias diferentes y afirman que la desgracia se abatió sobre él por haber entrado en conocimiento de algún inconfesable secreto de la Corona, mientras que un tercer relato convierte al personaje en uno de los hombres de confianza de la Médicis, a quien habría traicionado. Sea como fuere, todas las versiones continúan del mismo modo: la reina lo hizo asesinar.
El encargado de cometer el crimen fue cierto caballero llamado de Neuville. Éste cumplió bien con su misión y atravesó certeramente con su espada el cuerpo de Jean. El moribundo ofreció cuanta resistencia pudo hasta su último aliento, pero, herido de muerte, finalmente cayó de rodillas mientras aún desafiaba a su asesino diciendo:
—¡Malditos seáis, vos y vuestros amos! ¡Volveré!
Luego se desplomó sin vida, empapado en su propia sangre.
Poco impresionado por la amenaza y tras cerciorarse de que Jean ha muerto, Neuville se envuelve en su capa gris y abandona el lugar para ir a dar cuenta a la reina del éxito de la empresa.
De repente, mientras atraviesa una callejuela sombría y solitaria, siente una especie de presencia hostil tras de sí. Con la impresión de estar siendo seguido, de llevar unos ojos clavados fijamente en su nuca, se vuelve y ve lo último que hubiera esperado ver: el muerto está allí en pie, a tres pasos de él, inmóvil, cubierto de sangre, contemplándolo desafiante. Aquella mirada lo hiela de espanto, mas, sin dejarse dominar por el pánico, Neuville reacciona con rapidez; desenvaina su rapière y lanza una estocada que incomprensiblemente sólo encuentra el vacío. Dos veces más ataca con su acero a la infernal aparición sin lograr atravesar más que el aire.
Desconcertado, el caballero emprende el regreso a las Tullerías, pero no halla el cuerpo en la cabaña donde acaba de cometer el crimen. El cadáver ha desaparecido sin dejar rastro.
Neuville corre a contarle a la reina lo sucedido. Catalina escucha imperturbable a aquel hombre que trae el rostro demudado. Aunque muy supersticiosa, hace falta mucho más para asustar a esa mujer. Menos impresionada que él, se burla del relato y le aconseja que se sosiegue y no piense cosas extrañas.
Días más tarde la propia Catalina comienza a preocuparse: Cosme Ruggieri, su astrólogo, le confiesa que ha tenido una inquietante visión durante el sueño: se le había aparecido un fantasma envuelto en una bruma roja y, además de anunciarle que una maldición caería sobre la Médicis y sobre los futuros habitantes del palacio de las Tullerías, predijo la muerte de la reina. Según el espectro, ésta tendría lugar junto a Saint-Germain. “La construcción de las Tullerías será su perdición. Va a morir”, susurró aquella voz de ultratumba.
Tal vez la cosa hubiera terminado ahí de no ser porque, según esta leyenda, también la propia reina vio al fantasma cubierto de sangre al atravesar una pequeña estancia mal iluminada. Cuando sus damas corrieron a auxiliarla la oyeron murmurar: “¡El Hombre Rojo!”, y entonces se desmayó.
Todo ello impulsa a Catalina a abandonar las Tullerías y a decidir no frecuentar jamás un lugar que lleve el nombre de Saint-Germain. Pero, como el destino no puede ser burlado y las maldiciones de los espectros menos aún, muchos años después, cuando fallece en Blois, el joven sacerdote enviado para darle la extremaunción se llamaba Laurent de Saint-Germain. Y junto a él murió.
Durante los reinados de Carlos IX y Enrique III los trabajos en el palacio no se reanudaron, y por tanto el Hombre Rojo no apareció. No volvemos a tener noticias de él hasta el 13 de mayo de 1610, durante la ceremonia de coronación de María de Médicis. Al día siguiente Ravaillac asesinaba a Enrique IV.
El fantasma parece haberse manifestado muchas veces durante el reinado de Luis XIV, tanto en Versalles como en el campo de batalla, y especialmente durante la Fronda. También fue visto la víspera de la muerte de Mazarino, y son muchos los que afirman que se apareció el mismo día en que falleció el rey.
De vez en cuando continuó mostrándose hasta el siglo XIX para anunciar tragedias inminentes. Una noche de 1792, María Antonieta, mientras ocupaba unos aposentos en las Tullerías, se despertó sobresaltada y vio al hombrecillo a la cabecera de su cama. Volvió a encontrarse posteriormente con él, la mañana en que los amotinados asaltaron el palacio. Y al día siguiente de la partida de la familia real hacia Varennes, se cuenta que fue visto acostado en la cama del rey.
En 1793 el Hombre Rojo se le apareció a un soldado que custodiaba los restos mortales de Marat, y continuó dejándose ver durante la República y el Imperio. Tocado con un sombrero rojo habría seguido a Napoleón a Egipto, pronosticándole la victoria. Sus apariciones en esa época fueron numerosas. Cuando Napoleón se casó con María Luisa, volvió a aparecer, pero el emperador, muy descortés, se negó a recibirlo. Y, por supuesto, también hizo acto de presencia la víspera de la batalla de Waterloo, faltaría más.
La leyenda continuó hasta que el 26 de marzo de 1871 el palacio fue incendiado. En el momento en que explotaba el pabellón central, la gente que se arremolinaba para contemplar las llamas vio ante las ventanas de la sala de los mariscales a un espectro cubierto de sangre y rodeado de una bruma púrpura. Tendió los brazos hacia la multitud y desapareció. Después de eso nunca se le ha vuelto a ver.
lunes, 10 de octubre de 2016
CON EL ALMA EN TUS MANOS
CON EL ALMA EN TUS MANOS
Quiero sentir la mirada de esos ojos, profundos como el agua,
acariciar mi cuerpo de cristal con besos de amatista y hierbabuena.
Quiero perderme en ellos cautiva de tu esencia: tan serena
como la niña aquella que se escondió contigo en aquel lago,
jugando a ser mayor entre tus brazos.
Quiero perderme en ese laberinto de ansias compartidas
y jugar a encontrarte en sus recodos,
disfrutando del roce de tus labios mientras los míos callan
aquello que mi cuerpo está gritando
cuando, dentro de mí, siento como mil luces de color estallan.
Quiero volver a sorprender tus manos perdidas en mi piel,
Y repasar tu rostro con mis dedos, suavemente.
y verte estremecido entre mis brazos, como el niño aquel
que tanto amé hace siglos, ocultos en un prado.
Como una travesura descubriendo el amor, apasionadamente.
Quiero que me recuerdes como entonces:
perdida la mirada y el corazón radiante,
con mis manos pequeñas enredando tu pelo
y un sentimiento de indefensión y entrega.
Toda yo siendo tú, todo tú penetrando en mi ser
a cada instante, en cada beso.
Con el alma en tus manos, sin espacio y sin tiempo.
De mi libro POEMAS DE UNA EXTRATERRESTRE
sábado, 24 de septiembre de 2016
El templo de Isis en Pompeya
El gran tráfico que los habitantes de Pompeya hacían con los alejandrinos de Egipto, les hizo adoptar el culto de esta divinidad, de la que quisieron inmortalizar la memoria en toda clase de frescos y pinturas. El templo de Isis se halla rodeado de un pórtico sostenido por [ocho] columnas dóricas de cada lado, y de seis en la fachada. Un pequeño pero elegante vestíbulo sostenido por otras seis columnas y adornado de un hermoso mosaico, conduce al altar, sobre el cual se hallaron los fragmentos de la estatua de Isis. Siendo este templo el principal del Pompeya, encerraba una infinidad de objetos curiosos e interesantes, y un gran número de pinturas al fresco, que merced al importante descubrimiento moderno, han podido trasladarse intactas como otras muchas de los demás edificios, al museo de Nápoles.
En el cuarto denominado sala de los misterios, por tener todas sus pinturas relación con el culto de Isis, se encontró el esqueleto de uno de sus sacerdotes que estaba en la mesa cuando la ruina general de Pompeya, y se supone que había comido huevos y pollos y había bebido más de una botella de vino, juzgando por los restos que había dejado el gastrónomo sacerdote. Alrededor del templo hay una porción de cuartos que debían servir de habitación a los gerofantes o ministros del culto de Isis. Los esqueletos de muchos de estos se han encontrado también, que o no pudieron escapar a la ruina general, o no quisieron abandonar su diosa.
En el centro de un atrium se levanta un pódium; varias escaleras secretas permitían a los sacerdotes deslizarse debajo de la estatua y dar desde allí los oráculos; se han encontrado bastante número de esqueletos de sacerdotes; uno de ellos estaba comiendo en el momento de la erupción y se conoce no cuidaba mal su cuerpo, a juzgar por el pescado, el pollo, los huevos, el vino la guirnalda de flores que adornaban la mesa; la estatua producía; también se halló el esqueleto de otro sacerdote al pie de la pared, con una hacha en la mano; había practicado ya dos salidas, pero no pudo ir más allá.
El templo de Isis se halla dividido en dos trozos: en el uno, circuido de columnas istriadas, se nota una ara para el sacrificio de las víctimas; y en el otro tres aras, y un gran altar circuido de columnas donde estaba la estatua de la diosa. En la parte inferior se ven los conductos secretos por donde entraba el sacerdote a hacer el oráculo: esta parte del templo se cree renovada el año 63 del primer siglo. El pavimento de este altar es de mosaico.
Si el ara no está ensangrentada ni esparcidos los instrumentos del sacrificio en las gradas; si los dioses no ocupaban sus nichos, ni el candelabro y la lámpara brillan en las suntuosas columnas dóricas, esto no lo ha hecho el tiempo, que los dejó como los había encontrado, cerrados herméticamente, y perfectamente conservados; aún se encontraron los sacerdotes junto a el ara con todos sus adornos pontificales; pero los muebles de la casa magistral, los enseres sagrados de los templos y aun el enlosado del Foro se sacaron de aquel gran relicario que la naturaleza legó a la posteridad.
En la puerta hay una imagen que apoya el índice en la punta de la nariz reclamando silencio, y la gente entra reverente y cabizbaja bajo la fija mirada de los sacerdotes que exhiben la esférica cabeza completamente afeitada y el cuerpo cubierto por una dalmática de vivos colorines. Las robustas columnas con figuras y flores de fuertes tintas rematadas por la simbólica flor de loto, sostienen las grandes láminas de piedra de la techumbre, y en el centro, sobre obscuro graderío que ningún profano puede hollar, cubierta por severo templete, está la Isis de mármol negro que mira fijamente con sus muertos ojos. Cerca de la imagen, y colgando del muro o de las columnas, se ven, como en los demás templos, manojos de ofrendas que recuerdan otros tanto milagros; manos y pies, pechos y ojos, todo de cera o de metal, puestos allí por los enfermos que sanó la diosa. Ni más ni menos que hoy Santa Lucía da vista a los ciegos, o la Virgen de Lourdes hace innecesarios médicos y boticas. Los devotos, uno a uno, llegan al pie del altar, entregando antes a los sacerdotes las ricas ofrendas: bolsas de dinero para sacrificios: tiernas ovejas; blancos toros, que han quedado a la parte de fuera. Preguntan a la diosa con voz emocionada sobre el porvenir; Isis conserva muchas veces su imponente inmovilidad, pero otras ¡oh prodigio! Se mueven sus brazos, brillan sus ojos y se inclina su cabeza, mientras la muchedumbre anonadada por el milagro, se prosterna dando alaridos y besa la túnica a los impasibles sacerdotes. Por desgracia, la catástrofe que enterró a Pompeya no dio tiempo para dejar las cosas en regla, y al excavarse los restos del templo de Isis se han visto las articulaciones de la estatua, y aún hoy puede subirse por la escalerilla secreta que conduce al hueco pedestal de la estatua donde se agazapaban los ayudantes del templo para tirar de la cuerda de los milagros. Nihil novum sub sole. Los sacristanes que en nuestros tiempos hacen sudar sangre a los Cristos, o que los santos den golpecitos en los vidrios de sus altares, estarán sarisfechos de su habilidad, y no saben ¡infelices! Que hace dieciocho siglos, unos tíos de color de zapato viejo les daban quince y raya en el arte de ganarse el pan explotando la eterna imbecilidad humana.
En el cuarto denominado sala de los misterios, por tener todas sus pinturas relación con el culto de Isis, se encontró el esqueleto de uno de sus sacerdotes que estaba en la mesa cuando la ruina general de Pompeya, y se supone que había comido huevos y pollos y había bebido más de una botella de vino, juzgando por los restos que había dejado el gastrónomo sacerdote. Alrededor del templo hay una porción de cuartos que debían servir de habitación a los gerofantes o ministros del culto de Isis. Los esqueletos de muchos de estos se han encontrado también, que o no pudieron escapar a la ruina general, o no quisieron abandonar su diosa.
En el centro de un atrium se levanta un pódium; varias escaleras secretas permitían a los sacerdotes deslizarse debajo de la estatua y dar desde allí los oráculos; se han encontrado bastante número de esqueletos de sacerdotes; uno de ellos estaba comiendo en el momento de la erupción y se conoce no cuidaba mal su cuerpo, a juzgar por el pescado, el pollo, los huevos, el vino la guirnalda de flores que adornaban la mesa; la estatua producía; también se halló el esqueleto de otro sacerdote al pie de la pared, con una hacha en la mano; había practicado ya dos salidas, pero no pudo ir más allá.
El templo de Isis se halla dividido en dos trozos: en el uno, circuido de columnas istriadas, se nota una ara para el sacrificio de las víctimas; y en el otro tres aras, y un gran altar circuido de columnas donde estaba la estatua de la diosa. En la parte inferior se ven los conductos secretos por donde entraba el sacerdote a hacer el oráculo: esta parte del templo se cree renovada el año 63 del primer siglo. El pavimento de este altar es de mosaico.
Si el ara no está ensangrentada ni esparcidos los instrumentos del sacrificio en las gradas; si los dioses no ocupaban sus nichos, ni el candelabro y la lámpara brillan en las suntuosas columnas dóricas, esto no lo ha hecho el tiempo, que los dejó como los había encontrado, cerrados herméticamente, y perfectamente conservados; aún se encontraron los sacerdotes junto a el ara con todos sus adornos pontificales; pero los muebles de la casa magistral, los enseres sagrados de los templos y aun el enlosado del Foro se sacaron de aquel gran relicario que la naturaleza legó a la posteridad.
En la puerta hay una imagen que apoya el índice en la punta de la nariz reclamando silencio, y la gente entra reverente y cabizbaja bajo la fija mirada de los sacerdotes que exhiben la esférica cabeza completamente afeitada y el cuerpo cubierto por una dalmática de vivos colorines. Las robustas columnas con figuras y flores de fuertes tintas rematadas por la simbólica flor de loto, sostienen las grandes láminas de piedra de la techumbre, y en el centro, sobre obscuro graderío que ningún profano puede hollar, cubierta por severo templete, está la Isis de mármol negro que mira fijamente con sus muertos ojos. Cerca de la imagen, y colgando del muro o de las columnas, se ven, como en los demás templos, manojos de ofrendas que recuerdan otros tanto milagros; manos y pies, pechos y ojos, todo de cera o de metal, puestos allí por los enfermos que sanó la diosa. Ni más ni menos que hoy Santa Lucía da vista a los ciegos, o la Virgen de Lourdes hace innecesarios médicos y boticas. Los devotos, uno a uno, llegan al pie del altar, entregando antes a los sacerdotes las ricas ofrendas: bolsas de dinero para sacrificios: tiernas ovejas; blancos toros, que han quedado a la parte de fuera. Preguntan a la diosa con voz emocionada sobre el porvenir; Isis conserva muchas veces su imponente inmovilidad, pero otras ¡oh prodigio! Se mueven sus brazos, brillan sus ojos y se inclina su cabeza, mientras la muchedumbre anonadada por el milagro, se prosterna dando alaridos y besa la túnica a los impasibles sacerdotes. Por desgracia, la catástrofe que enterró a Pompeya no dio tiempo para dejar las cosas en regla, y al excavarse los restos del templo de Isis se han visto las articulaciones de la estatua, y aún hoy puede subirse por la escalerilla secreta que conduce al hueco pedestal de la estatua donde se agazapaban los ayudantes del templo para tirar de la cuerda de los milagros. Nihil novum sub sole. Los sacristanes que en nuestros tiempos hacen sudar sangre a los Cristos, o que los santos den golpecitos en los vidrios de sus altares, estarán sarisfechos de su habilidad, y no saben ¡infelices! Que hace dieciocho siglos, unos tíos de color de zapato viejo les daban quince y raya en el arte de ganarse el pan explotando la eterna imbecilidad humana.
D.E.M. 29: Secretos oscuros
—…un
desgraciado día, llegó un mensajero procedente de Shedet.
Traía noticias del Sumo Sacerdote de Per-Sobek.
Había oído hablar de la ciudad de Shedet: se encuentra más o menos a tres
días y medio de marcha desde Iunu y
aproximadamente a uno y medio de Madián, donde nací. Ha crecido en el corazón
de un extenso oasis, a orillas de un lago de agua dulce que se abastece
constantemente de las aguas del río Hapi
gracias al atrevido diseño de un apiru,
un constructor de canales perteneciente a la tribu de Isacar. El limo negro de
las crecidas llega también a ese lugar para fecundar su fructífera huerta.
—Aquel
lugar —continuaba Nefertari— se
encuentra bajo la protección del dios Sobek, en cuyo templo los sacerdotes
custodian secretos ancestrales procedentes de «la otra» cultura de los dioses
primigenios, aquella que tanto Ramesés como Nebchasetnebet habían ambicionado
conocer y que había quedado en el olvido cuando ambos tuvieron que separarse.
Al
parecer un extranjero, probablemente un apiru que conocía bien Per-Sobek, había penetrado en el recinto sagrado,
profanado el Sancta Sanctorum y robado los secretos mágicos del dios, ocultos
en aquel lugar.
Un sudor frío empapó mi frente y por un
momento creí que iba a desmayarme.
¡Aquella inesperada revelación acababa de dar
sentido a las inexplicables y largas ausencias de Moshé! Cuando abandonaba el
campamento para, aparentemente, conducir el rebaño a pastos mejores, cuando me
dejaba sola durante tantos y tantos días…
Ningún apiru
podía haberse atrevido a profanar un templo; ningún hermano podía conocer el
secreto que se escondía en Per-Sobek.
Ninguno… ¡excepto Moshé!
....
—Al
cabo de muy poco tiempo, noticias parecidas llegaron desde los templos de Nubit y Dahamsha. Profundamente consternado por
aquellos robos y seguro de saber quienes eran los culpables, Ramesés mandó
apresar a los constructores de Per-Sobek,
que fueron ejecutados por traición y profanación, después de ser torturados.
Pero ni uno de ellos reveló dónde habían escondido su sacrílego botín. Ni los
más expertos verdugos consiguieron arrancarles una sola palabra y los Secretos
Sagrados han continuado perdidos.
A
pesar de que sus métodos podrían parecer un tanto crueles, los motivos que le
movían eran elevados: Ramesés estaba decidido a evitar que aquellos
conocimientos malévolos cayeran en manos de quienes pudieran hacer un mal uso
de ellos. Como Adepto de la Magia Suprema
del Sacerdocio y máxima autoridad religiosa del país, conoce todos los secretos
y sabe demasiado bien que, a través de los conjuros y artefactos que hasta
aquel momento había estado protegiendo, pueden invocarse las Fuerzas del Caos. Ya
no podía evitar que se utilizaran los Arcanos Oscuros que habían sido robados,
pero aún podía poner a buen resguardo los que estaban intactos.
Entonces
fue cuando decidió cambiar de lugar los tesoros que todavía no habían sido
expoliados. Pero su estrategia alteró el sistema energético que aquellos dioses
habían creado y que mantenía en conexión todos sus templos. El resultado creo
que ya lo conoces: desde entonces nos aflige una desgracia tras otra.
Ramesés
estaba seguro de que todo lo sustraído había ido a caer en manos de los
sacerdotes apiru y un gran rencor hacia ellos empezó a
instalarse en su corazón. El pueblo de tu padre, mi querida Tzíppora, se había
convertido en el peor de sus enemigos.
Durante
meses se encerraba cada mañana en su santuario privado, intentando seguir la fuerza
que se desprende de esos… artefactos secretos. Su intranquilidad crecía con
cada minuto que pasaba hasta que, un día, supo que la energía oscura había sido
despertada. La magia de Sobek había comenzado a funcionar.
Los
conocimientos de un Mer Hekau incluyen capacidades tan sorprendentes como
la de separar su Ba del cuerpo para
desplazarlo al lugar que desee. Y Ramesés, lo mismo que Nebchasetnebet, había
aprendido aquella técnica durante sus iniciaciones. Decidido a descubrir a los
culpables, siguió el rastro de la energía y ésta le llevo hasta el monte Horev,
donde descubrió que la ciencia robada a los
otros dioses había sido ocultada en el interior de una cueva.
A
través de su propio Ba, Ramesés pudo percibir el de un sacerdote apiru
que, gracias a unos conocimientos que
superaban los suyos propios y haciendo uso de las piedras azules de los dioses,
una de las muchas joyas robadas, había conseguido atraer hasta allí a una
presencia divina de aspecto extraño con la que estaba conversando frente a
frente.
La imagen de Moshé relatándome su aventura en
el monte Horev y la aparición de Yahovah en su Gloria se me reveló de pronto,
en exacta correspondencia con las visiones de Ramesés. Un dolor agudo acababa
de atravesar mi corazón como una flecha emponzoñada.
Ajena al dolor que aquella extraordinaria
revelación me estaba causando, Nefertari continuaba su relato.
—Sus peores temores se habían confirmado y ahora estaba completamente seguro de que las autoridades religiosas del pueblo apiru se habían hecho con un saber y unos poderes que ponían en peligro el futuro del Imperio. ¡Tan potentes que podrían ser usados para invadir y conquistar el país de Khem!
De "Faraón sin Reino", mi libro aún no publicado
—Sus peores temores se habían confirmado y ahora estaba completamente seguro de que las autoridades religiosas del pueblo apiru se habían hecho con un saber y unos poderes que ponían en peligro el futuro del Imperio. ¡Tan potentes que podrían ser usados para invadir y conquistar el país de Khem!
De "Faraón sin Reino", mi libro aún no publicado
martes, 13 de septiembre de 2016
La Tabla Isíaca
Es indudable que esta Tabla estaba consagrada a Isis, porque además de ser la figura principal, ocupa la mayor de las tres bandas en que está dividida la superficie de la Tabla. Toda ella es de cobre rojo y mide un metro por setenta centímetros. Las figuras grabadas en ella tienen como máximo una línea de profundidad, son de color más pronunciado y en su mayoría están remarcadas con un ribete de plata.
En el centro está colocado el diseño más importante, consistente en la Gran Puerta
de los Dioses, un pabellón arquitectónico sobre un trono sobre el que se encuentra una
figura sentada. Sobre el pabellón se muestran flamas divergentes, abajo está un globo
doblemente alado, luego un segundo globo con alas, un tercero se ve bajo la figura sentada.
Alrededor de los lados del pabellón hay una serie de cuadrados en los que hay círculos con
ocho divisiones. Una columna marcada alternativamente con blanco y negro en bandas,
rematada con una cabeza de Isis, está a cada lado de este pabellón.
Sentada dentro hay
una figura de mujer, vestida de la cintura hacia abajo con objetos emplumados y teniendo
muchos senos colocados cerca (no se muestran en el dibujo); en una cabeza una cinta y un
pájaro numídico, el pavo montado sobre éste; a su espalda, una canasta de la cual salen dos
hojas de persea y dos cuernos; estos últimos sostienen un disco sobre el que hay un
escarabajo. En su mano derecha tiene un cetro rematado en un loto abierto y su mano
izquierda está levantada en actitud de mando. Su trono es plano, pero grabado en él hay un
perro sentado. Bajo su trono hay otro diseño, un entrepaño, dentro del cual yace un
monstruo Néfer, parte león, parte halcón, con un canope entre sus garras delanteras; detrás
de él se ve un globo alado combinado con una serpiente, sobre su cabeza hay una luna
creciente y un Sol dentro de ella. A cada lado del pabellón están colocadas sendas
columnas, y en cada una de ellas hay una serpiente, como si fueran guardias. Hay tres figuras principales a cada lado de la diosa, cada tríada, O Q R a la derecha y X Y Z a la izquierda, consisten en una figura sentada y dos de pie. Nótese que O y Z están vestidas similarmente; R y X, próximas al pabellón, tienen pedestales similares, varas y ornamentos en la cabeza; Q tiene cabeza de ibis y Y es una figura humana sentada. Este pabellón central representa la difusión de los triformes supremos Mens en las formas universales de los tres mundos, de donde emerge el proceso de evolución de este mundo sensible o universo, llamado por Plutarco La Casa de Horus, y por los Egipcios La Gran Puerta de los Dioses. Las flamas divergentes en la cumbre del pabellón significan el eterno e incorruptible supremo Mens, lleno de Fuego, Luz y Vida; la influencia es comunicada al mundo intelectual, sensible, y elemental, como se ilustra por los tres globos. La figura sentada es la Mente Suprema o Iynx pantomorfa, esfinge multiforme, o Logos, Palabra, Alma del Mundo, y está colocada aquí en la mitad como en el centro de la naturaleza universal. La postura sentada denota poder y dominio; el perro es dibujado en el trono debido a que la esfinge isíaca está asociada con la estrella del perro, Sirio o Sothis; la vestidura emplumada de sus brazos denota la sublime velocidad de los poderes más altos; la abundancia de senos significa los poderes ilimitados de creación y preservación, los círculos denotan las órbitas celestes en constante movimiento. La cinta o cubierta en la cabeza señala la oculta procedencia de la naturaleza y el pavo (el pájaro numídico marcial) de muchos colores y manchas denota la variedad de cosas creadas. La canasta significa abundancia y la persona denota esa sabiduría que administra todos los hechos; los cuernos significan la Luna, y el escarabajo y el disco, el Sol; el cetro significa que todas las cosas están modeladas siguiendo el patrón de los Mens Paternos, y el loto significa la progresión infatigable de la noche y el día, la mano izquierda levantada representa el poder gobernante, cuyos mandatos son todos obedecidos.
En los jeroglíficos del grupo superior, enfrente del Iynx se lee lo siguiente: La entrada al mundo cuatripartita, a través del cual entra el alma pantomorfa del mundo, penetra todas las cosas con el ojo de la divina Providencia; otorga la esfera de la vida, flotando tanto en las cuatro partes del mundo superior como en las cinco entradas del mundo inferior. En el grupo inferior se lee lo siguiente: La Barrera de los Portales de los mundos superior e inferior, del que las cadenas de las zonas son removidas por el Agathodæmon ibiforme.
Las dos figuras de serpientes Y y W, con la esfinge central T, forman la tríada de deidades-serpientes buenas, el símbolo del espíritu pantomorfo del mundo, actuando en las tres esferas, Intelectual, Etérea y Elemental. De las dos tríadas laterales, Q y Y son Padres sentados, R y X Potencias, O y Z las Mentes, las caras de todos ellos están vueltas hacia los grandes Mens. Q es ibimorfa, una divinidad masculina con la cabeza del pájaro ibis, Thoth. La figura dibujada sobre el trono es un símbolo de adversidad, a través del cual el bien en general del universo es consumado. La cruz ansata de la mano derecha muestra el influjo de la virtud de arriba, y la vara en terminación de cabeza de Isis denota el poder derivado de Isis, la diosa de la naturaleza pantomorfa. Del adorno de la cabeza, las llamas denotan el poder del calor; la serpiente, vida; las plumas, velocidad y sutileza; el centro floral, fecundidad. Los dos cocodrilos abajo del trono señalan los poderes malignos de Tifón bajo el dominio del ibis.
Las dieciocho divisiones del escabel denotan dieciocho codos de creciente del Nilo, que confiere la fertilidad, y el Ibis Thot es la deidad del Nilo. O es los Mens de la Tríada, es una mujer con el seno lleno, ella tiene largas alas que llegan hasta el piso, su vara emplumada señala el poder sobre los poderes aéreos, y el vaso sobre el pedestal, la nutrición del agua del Nilo. En los jeroglíficos arriba se lee: “Los genios aéreos buenos de toda la naturaleza comunican su poder por medio de la humedad fecundadora”. P es una andro-esfinge, la deidad de la naturaleza de fuego. En los jeroglíficos se lee: “El divino árbitro, por medio de su poder, marca con su sello la vida celeste”. R es el ejecutor de los mandatos de esta tríada, está casi desnuda y sus piernas separadas como en movimiento. Sobre su pedestal se lee: “Él penetra con la mayor celeridad la esfera celeste, a través del reino húmedo de Momfta, y de los sagrados lagos ibimorfos”. S es un halcón en vuelo que sostiene un círculo y una vara y se relaciona con el poder del calor, suministrado por el fuego arquetípico de los supremos Mens.
Toda esta tríada denota potencia masculina, agentes activos, mientras que, por otra parte, X Y Z son femeninas y pasivas; aunque ninguna de ellas lo es en su totalidad, sino sólo para el propósito presente, pues los egipcios consideraban la deidad bisexual o asexual, que, sin embargo, se volvía pasiva o activa, macho o hembra, según fuera requerido especialmente. Encontramos aquí que el padre que preside la Tríada es hembra, ella es Nefta, entronada y con un ornamento de flores en la cabeza; hay una figura arrodillada bajo el trono y sobre el pedestal un león, el símbolo de Momfta, el Nilo creciente. Sobre su cabeza con triple símbolo de flores hay un escarabajo alado, arquetipo del poder fecundante del sol. Z es una forma similar de Mens a O, con largas alas y un vaso sobre un pedestal ante ella; su pecho está lleno de leche. X difiere de R, la figura correspondiente, también es una hembra con el pecho prominente y un ornamento para la cabeza en forma de globo con serpientes y plumas. Alfa y Beta son figuras acompañantes, así como el pavo numídico y el halcón. El Iynx de Caldea, o Alma del Mundo, o Palabra Paterna, es llamada por los egipcios Hemfta.
viernes, 9 de septiembre de 2016
Las Trompetas de Jericó: ¿Armas Sónicas en la Antigüedad?
Habiendo superado los tiempos pasados en los que se lanzaban excomuniones contra los intelectuales que profesaban conocimientos que harían tambalear los bastiones de la Élite, hemos llegado a un tiempo en el que renovarse o morir supone una premisa básica para llegar a alcanzar la autorealización personal.
Naturalmente, he explotado esa ventaja para zarandear el viejo pedestal sobre el que se han asentado las bases teóricas y prácticas –erradas en muchos casos- de muchos de los conocimientos prehistóricos que hoy nos son conocidos, rompiendo así, el tabú académico en el que se ven envueltas ciertas teorías que replantearían –por lo menos- en gran parte, los obsoletos contenidos que ilustran y adornan con parrafadas vacían los libros de texto de la enseñanza secular.
Durante la primavera del año 1964, el famoso Instituto marsellés de Investigaciones Electroacústicas se trasladó a un edificio nuevo. Tras la mudanza de todo el equipo técnico a su nueva residencia, muchos de los colaboradores del profesor Vladimir Gavreau se aquejaron de fuertes y persistentes dolores de cabeza, trayendo como consecuencia sobre estos síntomas tales como prurito, náuseas y vómitos, entre otros. Tal fue la gravedad del asunto, que algunos de los colaboradores de Vladimir empezaron a temblar y a convulsionar cual enfermos durante un ataque de epilepsia.
Un Instituto que trataba cuestiones relacionadas con la electroacústica sospechó que aquellas molestias que sufrían los colaboradores del profesor pudieran tener su origen en radiaciones incontroladas que podrían estar localizadas en alguna parte de los laboratorios del edificio.
Después que muchos y tediosos esfuerzos por parte de los científicos por encontrar la causa del problema, se acabó averiguando el origen del mismo. No eran frecuencias eléctricas incontroladas las que causaban esos síntomas, sino un ventilador que emitía ondas de baja frecuencia que comunicaron a todo el edificio una vibración de infrasonido.
Tras saber lo que consiguió hacer ese ventilador, el profesor Vladimir dijo que ese fenómeno se podía reproducir experimentalmente de forma intencionada. Así fue como el profesor, ayudado por sus incansables colaboradores, creó el primer cañón acústico de todo el mundo en el Instituto de Investigaciones Electroacústicas de Marsella.
¿Cómo era este cañón, os preguntaréis? Bien, este obedecía a la siguiente descripción: a una enorme reja que tenía forma de tablero de ajedrez se le ataron 61 tubos ultra flexibles a los que se les hizo pasar aire a presión regular, hasta que de estos se pudo apreciar un tono acústico, en 196 Hz.
¿Cuál fue el resultado del experimento? Simplemente, devastador. Las paredes del nuevo edificio se agrietaron, y los estómagos de los presentes durante el ensayo práctico se retorcieron hasta el extremo. En consecuencia, el cañón fue desactivado.
De los errores se aprende. La experiencia proporciona antecedentes para que no volvamos a tropezar en la misma piedra, -aun así lo volvemos a hacer. Y esto lo sabía Vladimir, pues tras el fallido primer intento, este hizo erigir unas nuevas instalaciones dotadas de sofisticada protección que proporcionaran seguridad a los hombres que manejaban el delicado instrumento. Vladimir mejoró con creces la capacidad del primer cañón, ya que el vástago del primero resultó ser una auténtica “trompeta de la muerte”, la cual era capaz de desarrollar en su apogeo máximo hasta 2000 W de potencia, emitiendo, a su vez, ondas sonoras de unos 37 Hz.
Lógicamente, no se pudo exprimir todo su potencial como se hubiera deseado, ya que el cañón hubiera destrozado todos los edificios existentes en varios kilómetros a la redonda.
A finales de los años 70, se consiguió perfeccionar esa “trompeta de la muerte”, ya que se trabajó durante varios años en un nuevo cañón acústico de 23 metros de longitud, que fue capaz de emitir ondas sonoras que alcanzaron la frecuencia mortal de los 3,5 Hz…
En vista de estos antecedentes, viene a mi mente otro escenario en el que pudo ser plausible el uso de otro artilugio similar. Vayamos a este y analicemos el contexto del mismo.
En el pasado bíblico, el pueblo elegido por Dios, travesó el Jordán, poniendo rumbo a la ciudad de Jericó, la cual se veía rodeada de espesas murallas de 7 metros de grosor. En vista del impedimento, se ordenó a los sacerdotes que tocaran las “trompetas”. Veamos que describe el Libro de Josué:
"Los sacerdotes tocaron las trompetas, y cuando el pueblo, oído el sonido de las trompetas, se puso a gritar clamorosamente, las murallas de la ciudad se derrumbaron, y cada uno subió a la ciudad frente de sí"
Es evidente de que algo anómalo sucedió, pues ni la fuerza de los pulmones de los sacerdotes, ni las miles de voces del pueblo apoyando con sus gritos a pleno pulmón el sonido de las trompetas pudieron haber derruido aquellos muros tan gruesos… ¿Acaso usaron esos sacerdotes algún tipo de cañón sónico para logar su objetivo? ¿Es que acaso Dios –entendido como el supremo creador del todo, o, póngase por caso especulativo, los extraterrestres, otorgaron al pueblo judío además del Arca del Alianza algún tipo deoopart que a la postre les resultara beneficioso para salir airosos de las dificultades que les plantearía la larga travesía? Sea como fuere, y en vista de los hechos anteriormente mencionados, tenemos en conocimiento que las ondas sonoras de frecuencia hertziana mortalmente baja, habrían sido válidas para derrumbar los muros de la ciudad de Jericó.
Publicado en 25 de abril de 2013 por Ethan en la revista Arqueología Ciencia y Religión
CARTA ABIERTA
Lo que viene a continuación es una carta abierta que hace unos quince años publiqué en varios medios de comunicación. Lo que escribí entonces sigue siendo actual y vigente.
Por cierto, ¿han olvidado Vds. lo que significa la palabra “pontífice”? Un pontífice es un creador de puentes… nada que ver con un político que dicta normas de conducta, ni con un juez que crea jurisprudencia. Las conciencias de los hombres sólo pueden ser juzgadas por Dios. Y ese Dios, Señores, se encuentra también en cada conciencia.
La
Humanidad
ya no es un bebé que necesita que le cambien los pañales, ni es un niño al que
hay que instruir con metáforas contándole un cuento cada noche. No es tampoco
un adolescente rebelde a quien se amenaza con castigos infernales o se premia
con la promesa de hermosas huríes.
CARTA ABIERTA A LAS IGLESIAS Y A TODOS LOS
GUIAS ESPIRITUALES DEL MUNDO
Por si a alguno de Vds. se le ocurre
calificarme de atea, de endemoniada o de agnóstica, vaya por delante que estoy
absolutamente convencida de que existe un Ser Supremo, Algo o Alguien que
abarca en Sí Mismo el conjunto de todo lo creado y de todo lo increado. El todo
y la nada, el bien y el mal, son solo caras de una misma moneda y unos pocos de
los múltiples aspectos de ese gran conjunto del que cada uno de nosotros forma
parte. En una palabra: creo en “ESO” que todos llamamos Dios.
Si hoy me dirijo a Vds. es porque necesito
expresar algo que está (o debería estar) en la conciencia de muchos de
nosotros, sus “feligreses”, sin que importe demasiado la diversidad de
credos, ideologías o razas. Es, más o menos, una especie de derecho al pataleo
universal.
Necesitamos unirnos todos en un frente común
que elimine la idea obsoleta de que necesitamos intermediarios para dirigirnos
a Dios. Él está en el corazón de cada hombre y no es otro hombre quien puede
hacernos llegar a Él. Cualquiera puede escuchar su Voz con sólo escucharse un
poco a sí mismo y nadie, NADIE, está en posesión de la verdad absoluta. Por muy
Pontífice que sea…
Por cierto, ¿han olvidado Vds. lo que significa la palabra “pontífice”? Un pontífice es un creador de puentes… nada que ver con un político que dicta normas de conducta, ni con un juez que crea jurisprudencia. Las conciencias de los hombres sólo pueden ser juzgadas por Dios. Y ese Dios, Señores, se encuentra también en cada conciencia.
Las distintas Iglesias ya hace mucho tiempo
que han dejado atrás su razón de existir. Sus religiones fueron creadas como
respuesta a una necesidad tan antigua como el hombre: la de dar respuesta a sus
eternas preguntas trascendentales ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Qué hago aquí? Y también (para qué dejarlo en el tintero) por otra necesidad aún mayor: la de controlar al rebaño. Sí, rebaño tienen la desfachatez de llamarnos y, al fin y al cabo, es lo que somos la mayoría: ovejas que siguen al pastor o se enfrentan con los perros.
Seguimos buscando esas respuestas que no han sabido o no han querido respondernos; las
necesitamos para dar un sentido a nuestras vidas y para pensar que no todo se
acaba con la muerte.
Pero lo que ya no necesitamos son esos inmensos
tinglados religiosos que nos han montado. Hemos pasado del humilde
chamán/chamana (ése/a sí que era un pontífice que ayudaba a sus congéneres a
superar los momentos difíciles), a contemplar atónitos como enormes
multinacionales religiosas trafican con nuestras almas… por no entrar en más
detalles.
Hemos crecido, Señores.
Ahora somos capaces de darnos cuenta de
cuando nos están engañando. Capaces de juzgar a quienes, durante siglos, han
pretendido juzgarnos y educarnos. Somos adultos y vemos hasta donde nos han
conducido sus excelsas guías. Y sabemos también que la espiritualidad no es
nada de eso.
Espiritualidad es tener en cuenta que no
somos sólo materia perecedera. Espiritualidad es trabajar por y para nuestro
espíritu. Espiritualidad es AMOR.
Y AMOR es algo de lo que Vds., señores Jefes
Espirituales del mundo, carecen. Nos lo han demostrado con su intransigencia,
con su afán competitivo y con la petulancia de creer, cada uno de Vds., que su
religión es la única verdadera y que el resto, o son herejes o están
equivocados.
Y es que no hay más que un Dios, Señores: Uno
solo. Y ese Dios no tiene nada que ver con lo que Vds. ofrecen y mucho menos
con el ejemplo que nos dan.
Se ha hablado mucho de que los distintos
Credos deben refundirse en uno sólo y de que las Iglesias de todo el mundo
deberían reunirse. Eso nunca sucederá: son Vds. demasiado inflexibles y
demasiado orgullosos. Pero a los fieles de a pie, a los que de verdad somos
creyentes, eso no nos importa: no necesitamos Iglesias que nos limiten la Fe , ni templos donde reunirnos
para “hablar con Dios”. Dios nos escucha dondequiera que estemos y los asuntos
del “alma” de cada persona son asunto propio. Es una conversación privada, en
la que los dos únicos interlocutores válidos son el Espíritu y el Dios del que
éste forma parte.
Otra cosa que han olvidado todos Vds. sin
excepción (al menos están de acuerdo en algo, aunque sea por pasiva), es que
Dios NO es exclusivamente masculino. Han obviado con toda intencionalidad que
Crear Vida es una tarea básicamente femenina y que si ese Ser Supremo es tal,
ha de contener en una misma Esencia los dos aspectos. Olvidando a Dios en tanto
que Madre, es como Vds. se han alejado del verdadero AMOR y, lo que es mucho
peor: han conseguido, a fuerza de machacarnos durante siglos, que nosotros
también lo olvidemos.
Estoy muy lejos de ser feminista; creo en los
valores de la mujer en la misma manera que creo en los de los hombres. Ambos,
por distintos, somos complementarios e inseparables. ¿Podríamos vivir, unos sin
otras?
Y Vds., que se pelean por obtener la
hegemonía absoluta, que compiten por ganar cada día más adeptos, ¿olvidan acaso
que la población mundial es mayoritariamente femenina? Detrás de toda esa
misoginia mal entendida, detecto un miedo que prefiero no analizar.
Asómense al mundo y vean lo que han
conseguido con esa desvalorización progresiva de los valores femeninos: los
hombres ya casi no saben llorar y las mujeres nos hemos visto obligadas a
masculinizarnos para hacernos un lugar en una sociedad que se dirige
directamente al desastre.
Lejos de la Madre ya no queda lugar para el amor, el
sentimiento o la compasión; nos estamos convirtiendo en bestias sedientas de
éxito, competimos por ser (o por tener) un poco más que el vecino y nos
sentimos perpetuamente insatisfechos sabiendo que algo nos falta, pero sin
atrevernos a averiguar qué es.
No tenemos tiempo: somos robots al servicio
de nuestro trabajo, porque la competencia y la sociedad de consumo nos exigen
cada día más.
No tenemos tiempo: por eso cada vez
sobrecargamos a nuestros niños con más y más extraescolares y permitimos que
vean demasiadas horas de televisión o que se aíslen del mundo real en aras de
la cibernética. Estamos fomentando la desintegración familiar y creando
monstruos sin imaginación y sin valores familiares, pequeñas réplicas nuestras
con alguna que otra prótesis adicional: ordenadores, consolas, wiis, tablets y teléfonos
móviles. Gracias a algo tan simple como una calculadora, los menores de
cuarenta años ya no saben sumar… si se encontraran en una situación límite, si
no pudieran apoyarse en la tecnología, se verían obligados a aprender muchas
cosas. Pensemos: ¿qué pasará cuando sus hijos, nuestros niños de ahora, se
conviertan en adultos? Y no es que no me parezca bien la tecnología; pero todo
tiene su justa medida.
No tenemos tiempo… ya no tenemos tiempo ni
para Dios y de eso, Señores, Vds. son directamente responsables.
No, Señores, no creo en Vds., igual que no
creo en sus Iglesias: en ninguna.
El día en que vea cómo se desprenden Vds. de
sus riquezas, venden sus posesiones, dejan de traficar con divisas o con cosas
peores y se dedican a ayudar a “sus feligreses” menos favorecidos, entonces y
sólo tal vez, empezaré a creer que son algo más que mercaderes en sus propios
templos.
Cuando desmantelen todo el circo religioso
que tienen montado, unos y otros, para ponerse de acuerdo y reconocer
públicamente que se han equivocado, que Dios está dentro de cada uno de
nosotros y que no les necesitamos a Vds. para tener conciencia de Él…
Cuando hagan uso de la humildad que predican
para reconocer que sus homólogos pueden ser tan buenos o mejor que Vds. mismos…
Cuando demuestren que son capaces de sentir
empatía por sus semejantes…
Cuando se ocupen de emplear sus inmensas
riquezas en dar un hogar a todos los niños del mundo, en sanear el medio
ambiente, en erradicar el hambre…
Cuando trabajen codo a codo con los pobres, a
pleno sol, en vez de intentar dirigir sus destinos desde despachos
climatizados…
Cuando nos eduquen con el ejemplo,
convirtiéndose en hermanos en vez de en competidores…
Entonces, Señores, y sólo entonces… tal vez
crea en Vds.
No pongan palabras supuestamente divinas en
sus bocas, porque no es Dios quien habla por ellas: es su propia soberbia quien
lo hace. Luego, lo hemos visto todos, les toca rectificar, porque los tiempos
cambian y porque la “gran masa” no es tonta.
Digan al mundo la VERDAD ; estamos preparados
para asumirla. Después podrán jubilarse, que ya toca después de tantos miles de
años…
Y no duden de que existe una Justicia Superior
que tiene en cuenta hasta el más sutil de nuestros pensamientos: no en vano
todos formamos parte de ese Gran Él-Ella, el Dios Padre-Madre. Una Justicia,
Señores, que va a medirles con el mismo rasero con el que Vds. miden a su
prójimo.
Y esto es igualmente válido para todos
aquellos grupos emergentes, supuestamente espirituales pero decididamente
miopes, que emplean todos sus esfuerzos en criticar a las Iglesias existentes
para decirnos que estamos evolucionando hacia un mundo mejor y más elevado por
una parte, mientras por la otra nos hablan de profecías y finales del mundo
apocalípticos. Díganme, ¿no es esto una versión más actual de huríes y de
infiernos? ¿No están Vds. haciendo lo mismo que sus competidores de toda la
vida? La finalidad es la misma de siempre: recaudar fondos de la forma que sea.
Con estas pobres palabras mías acabo de
darles un excelente pretexto para que se pongan todos de acuerdo para quitarme
la razón. Si lo consigo, ya serán dos las cosas que tendrán en común.
Y por algo se empieza.
Lola Xaxo
Quizás, si es algo que hoy día podría añadir a esa carta sería abundar en las supuestas guerras religiosas y en las que no lo parecen, pero lo son.
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