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La Esencia de la Diosa vive en el corazón de cada mujer y en el de algunos hombres sensibles que saben serlo sin perder por ello su masculinidad. Espero de todo corazón que te guste el contenido de esta página y te animo a participar en ella activamente publicando tus comentarios o utilizando el botón "g+1" para recomendar las entradas que te gusten.

lunes, 13 de enero de 2014

NACE UN SEMIDIOS

Por fin Noto llegó desde el sur con su barba de nubes y brumas que arrastra consigo el calor del estío. El nacimiento de mi hijo se aproximaba y yo estaba inquieta porque Filipo seguía alejado de la capital.
Nectanebo, en cambio, no se apartaba de mí ni un solo instante.
La víspera del parto, dos águilas divinas se posaron sobre el tejado de mi habitación.
—Es la señal —murmuró Nectanebo entre dientes.
—¿La señal?
—Zeus y su hijo. Debo apresurarme.
Así dijo y me dejó sola. Segura de su palabra, envié un mensajero a alertar a Filipo.
A la mañana siguiente nada había sucedido y, cuando ya creía que mi amante se había equivocado, una punzada en el bajo vientre al terminar de comer, me hizo doblarme por la cintura.
Inmediatamente, todo el palacio se puso en marcha. Las matronas corrían, los físicos habían sido alertados y también el Mago de Su Majestad. Pero, mientras todos esperaban ansiosos la llegada del Heredero de Filipo, Nectanebo me obligaba a retrasar su nacimiento.
—¡Aguanta! -me ordenó con voz autoritaria, obligándome a beber una de sus misteriosas pócimas—. El momento aún no ha llegado.
Los dolores se hacían cada vez más frecuentes, pero Nectanebo me repetía:
—Resiste; has de esperar el momento.
—No puedo… ¿Cuál es ese momento?
—Los astros deben posicionarse para asegurar el futuro glorioso del Heredero. Amón te eligió y me envió a Macedonia para planificar la unión sagrada con el dios de tal forma que tu hijo, engendrado de la simiente de Zeus-Amón, naciese cuando los astros alcanzaran la conjunción adecuada y para dirigir la liturgia que había de darte un hijo destinado a ser un Héroe.
—Pero si Zeus lo ha enviado…
—Mis cálculos confirman que el Heredero ha de nacer el primer día de hekatombaion, en el mismo día del orto helíaco de Seirios mientras el signo de Amón, el Carnero, esté ascendiendo sobre el horizonte.
—¿Y cuando será eso?
—No antes del ocaso.
—No puedo retrasar el nacimiento de mi hijo.
—Sí puedes. Este bebedizo te ayudará. ¡Resiste!
Resistí, empapada en sudor y en dolores. Una vigilia de sangre por el ocaso, que llegó silencioso como el halcón que acecha a su presa. El cielo, amenazante, se había cubierto de densas nubes negras que presagiaban tormenta.
—¿Estás seguro de que conviene esperar?
—Dame la mano.
—Odio a la serpiente que me ha traído todo este sufrimiento.
—Dame la mano, Myrtale, y olvida la serpiente. Escucha como llega la noche, conmovida por tu dolor, y déjate guiar por mis palabras. Escucha cómo suena la lira sin sueño de las constelaciones, el canto de la hierba, el misterio de la leche derramada por los pechos de Hera en el río celeste.
Cerca ya de medianoche, en el mismo momento en que yo daba a luz, un gran trueno ahogó mi grito y el llanto de mi hijo. Inmediatamente, el zigzag luminoso de Zeus encendió la noche con su fuego. Una tremenda tempestad estalló de pronto con profusión de truenos y relámpagos sobre la tierra, sacudida por un fuerte seísmo. El Padre de los Dioses se regocijaba y anunciaba al Cielo su paternidad, participando así en el nacimiento de su nuevo hijo.  
Durante nueve días y nueve noches estuvo enviando lluvia a raudales; densos tapices líquidos opacaban las luces que ardían en los templos vecinos. En la ciudad reluciente y desierta bajo la lluvia, tan sólo el Tesmoforion podía distinguirse en el extremo noroeste del ágora, un homenaje de Zeus a su hermana mayor Démeter Tesmófora, la Gran Madre legisladora en cuyo pequeño períbolos de apenas diez metros seguía ardiendo, como un prodigio de la diosa, la llama del altar central; el mismo altar y tal vez la misma llama que un día contemplara el ritual secreto, exclusivamente femenino, de mis votos nupciales.
De mi libro LLAMADME OLYMPIA

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