A menudo se habla también de mujeres druida, que eran conocidas cómo Dryades o Bandrui, pensando, por ejemplo, en Mebd de Connacht o Ceridwen. De Ceridwen hay una leyenda donde ella prepara en un cáliz que puede verse como el prototipo del Santo Grial, una pócima que da sabiduría infinita sobre el pasado, el presente y el futuro. Preparó el filtro para su hijo Affagdu (oscuridad absoluta) para compensar el poco agrado físico que tenía. No obstante, su ayudante tomó tres gotas de la bebida. Para escapar de su ira huyó y se escondió adoptando diversas formas. Finalmente tomó la forma de un grano de trigo que fue tragado por Ceridwen. De esto Cerdiwen se quedó embarazada y dio a luz a otro hijo, Taliesin, quien está visto hoy en día como el prototipo de todos los druidas. Esta leyenda confirma que existían druidas femeninos y que su rango no era necesariamente inferior al de los hombres.
Sitael menciona que los historiadores citan a las druidesas cumpliendo un papel de brujas y creen ver en estas mujeres celtas druidas a las hadas de Bretaña o a Brighit, la diosa de las tres caras que representa la poesía.
Otros se fijan en Morgana, la protectora de Arturo.
De lo que no hay duda es que entre druidas no habia ninguna ley que prohibiera a las mujeres ejercer como sacerdotisas.
Se cree que aparecían en tiempos de guerra como alentadoras del valor, curanderas y protectoras. Tambien podían socorrer a los caballeros que buscaban el Grial e indicarles la ruta menos peligrosa después de consultar las runas o las hojas de un árbol.
Pomponio Mela menciona a las Gallisenas, que eran vírgenes muy bellas, a las cuales se podria encontrar en la isla de Sein. Para ayudar a los celtas llegaban a ordenar al mar que calmara sus olas o al viento que soplase en distinta dirección.
Otra de las cualidades era la de transformarse en animales. Sin embargo, lo mas preciado de estas druidesas, hemos de verlo en que predecían el futuro y sanaban las heridas mortales de los héroes.
Cuando los romanos atacaron la isla de Mona, debieron enfrentarse a unas mujeres enlutadas que les combatieron con antorchas, gritando conjuros malignos.
Algunos de estos consiguieron hundir varios barcos; sin embargo, el sol rompió las debiles nubes y su resplandor provoco la huida de estas furiosas druidesas.
Hay una raza de hombres, hay una raza de dioses. Cada una de ellas saca su aliento vital de la misma Madre, pero sus poderes son diversos, de suerte que unos no son nada y otros son los dueños del cielo , que es su ciudadela para siempre. Sin embargo, todos nosotros participamos de la Gran Inteligencia; tenemos un poco de la fuerza de los inmortales, aunque no sepamos lo que el día nos tiene reservado, lo que el destino nos tiene preparado antes de que cierre la noche. Píndaro, "Oda"
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