Algunas veces
pienso que si el Alma fuera material, sería líquida.
El Alma es el lugar en donde
nacen las emociones y es el hogar en el que vive el Amor. El Amor,
por supuesto, es un fluido.
El Alma se nos asoma
por los ojos: unas veces indiscreta, otras curiosa. Y a veces, muy
pocas veces, se nos escapa. Los ojos nos brillan cuando nos enamoramos, se
humedecen de ternura y lloran de emoción.
Alguien dijo una vez algo
bellísimo: "el Amor es la frustrada posibilidad de ser Ángeles". Me
sigue pareciendo muy hermoso y creo que es cierto, que si alguna vez
estamos muy cerca de ser Ángel, sin duda es cuando amamos.
No importa si el objeto de
ese amor es otra persona o es un árbol, una montaña, un animal o la tierra
en que nacimos. El Amor así, con mayúscula, es lo que más nos acerca a la Fuente. Y fíjate: ¿qué
es una fuente?. ¿No es líquida también?
Pero esta envoltura nuestra
no nos permite amar durante mucho tiempo las mismas cosas. Nos hace
caprichosos, volubles, inestables: terrenales. Nos da
inseguridad, llenándonos de dudas.
Sólo cuando dejamos que
el Amor desborde, empapando la mente y la materia, llegamos a
experimentar la borrachera de vivir un segundo de gloria, un
flash de eternidad, y sentimos caer sobre la piel del corazón
una "Gota de Alma".
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