El sol ya se ha ocultado detrás de un crepúsculo rojo y caen las
sombras sobre el viejo altar de piedra. El eco de la montaña repite el aullido
lejano de un perro, mientras que los animales nocturnos del bosque despiertan a
una nueva aventura.
Mudas, sigilosas, unas sombras surgen despaciosamente de la
espesura y se reúnen en el claro, frente al ara. Van cubiertos por un manto del
color de la tierra y, verdaderamente, parecen fundirse con ella, una unidad con
el paisaje. Vibran con el canto de los elementos.
En silencio, dibujan un círculo blanco en el suelo, con símbolos
extraños. La luna llena se eleva lentamente en el horizonte: muy grande,
amarilla y radiante. A medida que asciende se vuelve más clara, alarga las
sombras de los árboles y de los encapuchados, y llena de luz las túnicas
blancas bajo el manto marrón.
Hombres y mujeres forman también un círculo alrededor del dolmen
y musitan algo entre cántico y oración. La tenue luz lunar llena ahora de magia
el lugar sagrado y arranca los destellos de algunas espadas.
Silencio de nuevo. Surge de la tierra una fuerza extraña y todo
el bosque calla.
Una nueva sombra se acerca ahora al círculo, lentamente. Su
manto negro y plateado arrastra por el suelo, barriendo a su paso algunas hojas
muertas. Su voz firme rompe el silencio y resuena en los montes vecinos. Sus
brazos alzados reclaman presencias invisibles. La luna ahora está en su cenit y
un rayo plateado ilumina su cara y su pelo como una presencia casi fantasmal,
etérea.
“Invoco en mi los poderes de la Tierra ,
de la
Triple Diosa , la
Doncella ,
Pronuncia las palabras melodiosamente y parece elevarse y crecer
a cada paso. Sus facciones cambian, se desdibujan y se vuelven dulces unas
veces, feroces otras. Todo el grupo se mueve ahora como un solo ser. El claro
se ilumina con una luz distinta casi dorada.
“…háblanos ahora, usa este canal y manifiéstate…”
Una vez más se produce el milagro: uno de los miembros admite en
su cuerpo a una Presencia que habla a través de él. Después cae en un profundo
trance del que luego despierta para no recordar. Las fuerzas del Más Allá han
acudido y han dado respuestas. El oráculo ha hablado.
La voz resuena de nuevo.
“Gracias a Ti, que nos has permitido esta noche…”
Después, tan silenciosamente como llegaron desaparecen. El
bosque recobra los mil sonidos de la noche. Y, mientras, la luna, redonda y
blanca, sonríe mientras arrastra por el cielo su manto de estrellas.
“¡Vinieron mis hijos!”
De mi libro GOTAS DE ALMA
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