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lunes, 6 de enero de 2014

¿UN CUENTO DE AMOR?


Hace ya muchos, muchísimos años, cuando el mundo aun no era mundo, sobre la inhóspita superficie desierta de un planeta perdido en la Creación, en un sistema solar todavía ignoto, vivía la Reina de las Nieves.
Era el ser mas bello que jamás ojos humanos puedan lIegar a contemplar. Su  espesa cabellera oscura enmarcaba un rostro de facciones delicadas, de piel blanca coma la nieve. Sus labios de un rojo intenso solamente dejaban escapar suspiros que resonaban como un viento polar en las estepas heladas y aquellos inmensos ojos negros estaban siempre tristes.
Vivía en un palacio maravilloso en el que todo estaba hecho de nieve. Sus gruesos muros estaban formados por bloques helados. Del techo pendían espléndidas arañas de hielo. Los cortinajes, las alfombras e incluso sus propios vestidos estaban confeccionados en una delicadísima trama de estrellas de nieve. De hielo eran las mesas, las sillas y su cama. El frío habla confeccionado para ella verdaderas filigranas con las que adornarse, platos y copas para su uso, espejos y hasta juguetes con los que aliviar sus largas horas de soledad.
Pero no estaba completamente sola.
En las entrañas del planeta, atrapado entre masas de mineral incandescente, prisionero para siempre en un infierno de fuego y magma, vivía el Rey del Fuego. Era robusto y viril, franco y osado. Su piel era de bronce, sus ojos Ilameantes. Sus cabellos cobrizos ondeaban a cada movimiento de su cabeza como el fuego en el hogar. A pesar de la fuerza que emanaba de ella, su mirada expresaba nobleza y valor, pero también un dolor interno que no podía ni quería dominar. Algunas veces, este dolor se hacía tan intenso, tan insoportable, que lIegaba a dominarle por completo.
En esas ocasiones dejaba en libertad toda su furia contenida, toda su rabia. El planeta entero se conmocionaba. Su genio era terrible. Bufaba, se revolvía y rebullía en las profundidades, provocando tremendas explosiones, que ocasionalmente lIegaban hasta la superficie provocando cráteres por los que salían despedidos trozos de mineral incandescente, fuego y lava que se solidificaba instantáneamente al entrar en contacto con el helado mundo exterior. Otras veces sus bufidos provocaban pequeños orificios que dejaban escapar fumarolas de gases de alta presión, que terminaban por fundir los hielos formando géiseres de una belleza incomparable.
En su otra cárcel de cristal, Nieves sentía entonces temblar el suelo baja sus pies y sus ojos se lIenaban de lagrimas que, al caer, se deslizaban par los parajes helados formando glaciares eternos. La fuerza incontenible de su amor por él se condensaba en el exterior formando auroras boreales que teñían los cielos de hermosos colores. 
Tiempo atrás, tanto, tantísimo que ambos hablan perdido ya la cuenta, Fuego y Nieves hablan sido Uno sólo. Constituían la Unidad perfecta, la pareja ideal.
Ambos eran hermosos como dioses y tan perfectos que nada podían ambicionar ni envidiar. Durante siglos hablan vivido el uno para el otro, complementándose mutuamente. Cada uno de ellos vela la vida a través de los ojos del otro, tal era el amor que se profesaban. De hecho, su amor era tan fuerte y profundo, que cada uno vela en el otro la perfección de su Creador. Cada uno sentía en sus venas el latir de la energía divina, porque ambos eran como un sólo ser.
La compenetración que sentían los hacía iguales y esa igualdad no necesitaba ser comprendida.
Y, en cambio, existían diferencias en ellos. y esas diferencias les lIenaban de confusión. Cada uno de ellos necesitaba comprender cuales de sus diferencias eran mejores. Que o cual atributo seria mas bello o mejor.

 - Sin duda su figura es mucho mas armoniosa, su cabello mas suave, su piel mas aterciopelada, su voz mas dulce. Nada puede igualar la precisión de .su criterio, ni la certeza de su intuición. Es tierna, receptiva y tiene el don de la comprensión. ¿No es en realidad su cuerpo lo mas perfecto que puede hallarse?
- Él es mucho mas fuerte, su cuerpo mas musculoso. Es rudo, pero valiente y audaz. Es cálido y protector. Sabe cómo y cuando decidir, cómo mandar, cómo amar... ¿Podría yo encontrar algo mas perfecto que él?
Poco a poco, fueron volviéndose tímidos. Su amor no había cambiado, pero las diferencias que apreciaban entre ellos, les hacia sentir de forma distinta. Un día tras otro examinaban sus propios cuerpos y la comparación siempre les dejaba insatisfechos. Cada uno creía que el otro era mejor. Así, cada uno empezó a ser consciente de sus propias imperfecciones.
Y la perfección con la que Dios les había creado se oculto tras la percepción de sus pretendidas imperfecciones.
Pronto hicieron lo mismo con sus valores morales y, al cabo de poco tiempo, empezaron a analizar sus sentimientos y el amor que sentían el uno por el otro, hasta que ninguno de los dos fue capaz ya de descubrir los rescoldos del amor que habían sentido el uno por el otro.
Finalmente, acabaron por separarse. Aquella hermosa unidad quedo rota y la obra de su Creador comprometida.
-"Habéis comprometido mi Obra, habéis pecado contra mi. Deberéis ahora pagar la pena que habéis merecido con vuestro pecado. y ya que no deseáis la Unidad, os condeno a vivir en el mismo mundo, pero sin poder veros. Viviréis eternamente, pero jamás podréis uniros. Cada uno sabréis de las penas del otro, pero nunca podréis consolaros".
Ella fue condenada al destierro, a vivir sobre la superficie del planeta inhabitado, entre hielos eternos; él fue encerrado en sus mismas entrañas, allí donde el calor era mas intenso.
Y así habían seguido, durante doce mil años.
Ambos habían tenido tiempo de reflexionar. Entendieron que el uno no era nada sin el otro y se sintieron decepcionados y desilusionados. El dolor de la separación había debilitado sus cuerpos. Sus ojos habían dejado de brillar. Sus corazones habían lIegado a olvidar lo que era el amor, porque su falta de ilusiones les había sumido en la mas honda desesperación. El tiempo había ido borrando aquellas diferencias que habían buscado uno en el otro, y ya ni siquiera recordaban qué fue aquello que les impulso a encontrarlas. Finalmente habían comprendido su error, aceptado su castigo y lIoraban amargamente su pecado.
Y Dios, por fin, se apiadó de ellos.
Un día, la furia incontenible del interior se desato con tanta fuerza, que provocó un inmenso cráter por el que Fuego salió a la superficie. Nieves salió de su prisión helada. Ambos se quedaron mirándose, incapaces de reaccionar. Contemplaron sus cuerpos cansados y se miraron a los ojos. Y entonces, solo entonces, comprendieron la verdad y supieron algo que jamás habían sabido. jNo habían diferencias entre ellos! o, al menos, ya no las veían, porque ahora eran capaces de ver por encima y mas allá de las imperfecciones del otro. Sus ojos empezaron a brillar de nuevo. ¿O eran acaso lagrimas de felicidad? .
Su largo cautiverio les había enseñado humildad y ahora ellos eran la perfección de su amor.
Los cielos se abrieron con misericordia, dejando brillar un sol que ilumino su descubrimiento. Las nubes negras de su confusión se disiparon para siempre y ellos volvieron a la juventud.
Avanzaron el uno hacia el otro y se fundieron en un estrecho abrazo que devolvió el vigor a sus cuerpos debilitados. Pero el abrazo duró apenas un instante: el calor abrasador del amor de Fuego no hizo más que derretir la serena ternura del cuerpo de Nieves, que se convirtió en agua entre los brazos de su amado. El, a su vez, sintió como todo su ser se iba desintegrando al entrar en contacto con aquel liquido precioso, fundiéndose con él a medida que su cuerpo se apagaba: ambos, Fuego y Nieve, estaban transformándose en una nube de vapor que ascendía vertiginosamente hacia el cielo.
Se habían convertido, de nuevo, en un solo ser.
Ebrios de felicidad, vagaron por el espacio disfrutando de la alegría inenarrable de su perfecta unión. Dieron tumbos, volteretas de felicidad, se dejaron arrastrar por las brisas y flotaron suavemente sobre las estepas desiertas. Finalmente, se convirtieron en una fértil lIuvia fina que cayó sobre el planeta durante muchos días con sus noches, hasta que las tres cuartas partes de la superficie se Ilenaron de agua.

Y aquel ya no volvió a ser nunca mas un planeta deshabitado: AlIí, en el seno de aquellas aguas surgidas de su unión, floreció la vida. 

De mi libro CUENTOS DE NIÑOS PARA MAYORES

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