Ayer, mientras buscaba tu sonrisa de Madre en ese cielo azul oscuro de la noche, sentí como unas manos delicadas me abrazaban. Olí tu dulce aroma en la penumbra oscilante de la luz de las velas del altar de piedra y escuché el murmullo de unas alas sobre la vieja encina.
Anoche te sentí a mi lado y me hiciste fundirme con la vida entera: parte de un gran todo y parte de la nada.
Ayer vi a los gnomos y a las hadas reunirse alrededor del círculo de piedras para seguir el movimiento cadencioso y grave del antiguo rito.
Ayer vi bailar a los silfos en las ramas de los árboles al son de la flauta y de la gaita. En la quietud extraña de Beltane yo vi a las salamandras acudir a la llamada de los fuegos sagrados…
Anoche vi trotar al Unicornio vigilante. Le vi pacer en campos de esperanza y beber agua de estrellas en la cascada de la cola de un cometa.
Ayer sentí un rayo de luz, de una noche sin luna, traspasar mi alma como un fino estilete y abrir mi corazón a una promesa.
Ayer te viví en un solo instante, Madre… Hoy muero por morir y poder verte.
Mañana, puede que sea tarde.
De mi libro "GOTAS DE ALMA"
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