El pequeño colibrí que al nacer anidó en mi corazón, vuela siempre en espiral desde la Tierra a la Luz.
Él sabe mucho de ese sueño irreal, ilusorio y azaroso, al que curiosamente llamamos vida y del que tantos y tantos temen despertar.
A veces, en la soledad de la montaña, mi colibrí me traduce el lenguaje de la piedra y el canto de los árboles.
Es una parte de mí misma, en mucha mayor medida que mis propios pensamientos.
Mi colibrí me ha enseñado a integrarme con cada ser vivo, con cada grano de arena, con cada gota de agua, con el aire, con el sol y con la luna, con lejanas galaxias y con estrellas olvidadas...
Me dice que el dolor ajeno forma parte de nuestro propio dolor y que las alegrías que sentimos son también parte de la felicidad de otros.
De "Pensamientos desde el Corazón"
(algo que quizás no pase de ser un proyecto)
Hay una raza de hombres, hay una raza de dioses. Cada una de ellas saca su aliento vital de la misma Madre, pero sus poderes son diversos, de suerte que unos no son nada y otros son los dueños del cielo , que es su ciudadela para siempre. Sin embargo, todos nosotros participamos de la Gran Inteligencia; tenemos un poco de la fuerza de los inmortales, aunque no sepamos lo que el día nos tiene reservado, lo que el destino nos tiene preparado antes de que cierre la noche. Píndaro, "Oda"
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