Todas las mujeres deberíamos rogar a la Diosa para que
nos convierta en iniciadoras de hombres, en mujeres sagradas que sepamos
despertar su parte femenina para que ellos, también, recuperen la sensibilidad
de saber alabar a la Gran
Madre.
Toda montaña y
todo templo representan también el cuerpo del hombre. Su columna vertebral es como
un Menhir.
Se nos ha dicho
que en el árbol de Paraíso se encontraba enrollada la serpiente de
conocimiento, de la Ciencia
del Bien y del Mal, que haría del hombre un dios.
Es la Kundalini reposando en
la base de ese menhir, de ese árbol que es la columna vertebral de un o una
iniciada.
Pero fue la
mujer la que entregó al hombre una manzana del Árbol del Conocimiento; él no
fue el héroe que conquistó ese conocimiento por sus propios medios.
Al aceptar la
manzana, el hombre vio a la mujer por primera vez frente a él, como algo
distinto a él y desnuda. Antes de ese momento, la parte femenina estaba en su
interior. Pero el verdadero iniciado ha de llevarla dentro y ésta es nuestra
misión: despertarla.
En esto consiste
ser iniciadoras de hombres, en darles la iniciación femenina, lunar, la que nos
hace descubrir el secreto de la muerte. Es la Diosa, que da la Vida, la precursora de la muerte. Es Hécate ……
Mucho antes de
esta historia del jardín, la manzana y el árbol ya había sucedido un hecho
fundamental. Cuenta la leyenda esotérica que Adán tuvo una primera mujer
llamada Lilith, antes que Eva. ¿Quizás esa Lilith era la mujer interior, que al
proyectarse fuera, cambió de nombre?
Es muy posible
que la prueba, el juego fatal del hombre, consista en que, al proyectarla fuera
de sí mismo, olvidó como reincorporar su parte femenina en la contemplación de la Eva desnuda. Después de eso,
el hombre la deseó y así empiezaron las generaciones y la involución. Apareció
el Tiempo y la imagen de Eva se hizo más consistente, más difícil de
reincorporar “a través de su costado”.
Pero la Ciencia del B y M está
ahí, en la base de ese menhir que es la columna del hombre y se llama
Kundalini, la Serpiente
de Fuego.
El hombre podría
invocarla para intentar modificar los pasos dados y remontar la involución.
Entonces el Menhir se convertiría en dolmen y el dolmen en cromlech, es decir,
en templo. Es la Alquimia
de la piedra, el Gríal caído de la corona rota de Luzbel.
El hombre ha de
ser su propio templo y debemos ayudarle a reconstruirlo, partiendo del menhir
de su columna vertebral invisible. Entonces le crecerá un dolmen arriba, en el
chakra coronario. De ahí saltará al vacío y será ya un cromlech, un templo
circular, como Stonehenge.
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